CAPITULO IV

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Elena dormía placidamente sobre su cama. La noche anterior habían estado tomando unas copas mientras ensayaban junto con Tana y sus hermanos, pero después él tuvo que marcharse, y la acompañó a casa. Cuando volvió después de la reunión de la Liga, la había encontrado dormida en la cama, sosteniendo una partitura entre las manos que descansaban en su regazo.

Mario no había querido despertarla, ya habría tiempo de darle las malas noticias, le quitó el papel de las manos y lo dejó sobre la mesilla de noche, Elena se dio media vuelta y susurró su nombre aún dormida.

Sonrió al escucharla, y se quedó mirándola por un par de minutos.

Todavía no sabía muy bien como había terminado loco por ella, pero así era.

Cuando llegó a la ciudad y tuvo que ser atendido en el hospital después del accidente que le costó la vida a su padre, conoció a Luna y se quedó deslumbrado por ella, pero en seguida se dio cuenta de que Luna y su hermano Risk se atraían, y decidió quitarse de en medio.

Luego llegó el grupo de Elena y sus hermanos, estaban infectados por el virus, y además pertenecían a las fuerzas especiales como ellos mismos. Pero el desarrollo del virus trajo ciertas consecuencias, y ahora habían dejado de ser soldados, para ser reinsertados con otros empleos por la Gobernación. Pero antes les habían ayudado a recuperar el botín de la última misión de la Liga, en la que su padre había muerto.

Gracias a la Liga y a las constantes investigaciones y pruebas de la Dra. Carla Albani, habían podido superar los efectos secundarios del virus, y llevar una vida completamente "normal".

¿Normal?, se preguntó Mario mentalmente mientras comenzaba a desnudarse para meterse en la cama con Elena, tan normal como podría llamársele al hecho de que ahora ellos tenían ciertos poderes extraordinarios.

Chris, Eric y Elena, habían desarrollado algunas habilidades un tanto peculiares, pero se habían cuidado mucho de que nadie tuviera conocimiento sobre ello.

Lenox estaba al tanto de todo, ya que Dan y Carla, los padres de Luna, trabajaban en el instituto de investigaciones gubernamental, y al mismo tiempo también para la Liga.

Ellos eran los encargados de estudiar cada una de las pruebas que eran tomadas por los afectados y que habían sido archivadas como positivas tras un breve análisis que se llevaba a cabo en el hospital militar.

Carla había sido la diseñadora del suero que les estabilizaba, ya que, al principio, y antes de conseguir la vacuna y antídoto contra el virus, habían tenido problemas con la ingesta de alimentos, así como con la fragilidad de sus huesos.

Mario estaba seguro de que ellos no dejarían al descubierto nada que pudiera convertirles en conejillos de indias, tanto para la Gobernación como para la Liga.

Ahora que les conocía bien, estaba seguro de su integridad, y también de que la seguridad de las personas era para ellos lo primero.

Apagó la luz de la mesilla y se metió en la cama junto con Elena, aspirando su olor. Se había metido en él sin darse a penas cuenta.

Parecía que le iba a costar olvidarse de Luna, y antes de darse cuenta se había enamorado de Elena, pero no fue hasta que ella mostró su interés por él, que comprendió que así era.

Elena era una excelente soldado, muy preparada y eficiente, como le había demostrado durante la operación en que estuvieron juntos. Después había sido reinsertada como una simple dependienta en una tienda de ropa de la ciudad, pero además de todo, ella y sus hermanos tenían su propio grupo musical, al que dedicaban todo el tiempo que podían, tanto para ensayar como para tocar en algunos locales de la ciudad, y en eso también eran buenos.

AMANECEWhere stories live. Discover now