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Las lluvias no paraban en el reino. Los cielos estaban grises y nublados, semanas habían pasado desde la última vez que se vio la luz del sol. Era un buen ambiente para aquella situación, después de todo estaban de luto por la perdida del heredero al trono. Eran unos días muy tristes y depresivos.

La reina estaba devastada, nadie la había visto desde que su hijo falleció. Les preocupaban su bienestar, pero no recibían noticias, aunque algunos de sus consejeros calmaban a las personas, les prometían que pronto ella regresaría. Y no tardaría en hacerlo.

Sus respiración estaba relajada, su mente procesaba la información que acababa de recibir. Fue una larga historia, muy reveladora, algo que nunca en su vida se imaginó, mucho menos pensó que la haría sufrir tras la historia antigua de sus padres. ¿Por qué su madre no le dijo la verdad? Oh, cierto, estaba muerta. Y ella tampoco sabía que su verdadero padre era el causante de su dolor. Cuanta pena por ello.

—Entonces... ¿Ezra nunca fue real? —indagó. Estaba con su vista puesta en él, en su progenitor.

—No —respondió —Lo fue, pero no como lo crees. Ezra creció en tu vientre sí, pero no tenía vida propia. Cree a ese niño para convertirte en lo que en próximos días serás.

—¿Por qué tenía que morir?

—Lo cree para que te dejará una marca antes de morir, era inevitable que no sucediera. Era su destino.

Ella frunció el entrecejo pero no dijo nada. Estaba analizando todo, buscaba su lógica, aunque era en vano porque no la conseguía. Había pasado tantas noches llorando que ahora no podía derramar ni una lágrima al enterarse que su pequeño hijo, su primogénito, no fue real, o si en realidad tenía esos sentimientos por ella ¿Ezra la amó? Como si él leyera sus pensamientos le hablo:

—Ezra tenía mente y alma propia —le aclaró —Ese niño era un ser de luz, inocente e ingenuo, pero sabía su destino, por ello prefirió irse antes de que tú lo obligaras a quedarse.

—Tú no acabaste con él, fue Nathanien —se apresuró a decir —Él me lo arrebató. Si querías un cambio en mí, pues ya lo tienes —sentenció —Aquí está tu Ishani —dijo con frialdad.

Él simplemente suspiró en compresión, realmente no quería hacer aquello, se le ponía notar en su rostro comprimido y lleno de tristeza. Lamentable.

—Mi objetivo era cambiarte. Puedes destruirme si lo deseas, de todos modos no puedo intervenir en lo que vendrá a futuro aún sabiendo que lo sé todo.

—No lo haré. Ya el destino se encargo de marcarte: Vistes y seguirás presenciando cómo cada uno de tus seres más amados caen. Con eso me es suficiente.

—Prefiero la muerte, pero aún con ese deseo, no puedo morir.

—¿Por qué Nate y Nathanien sabían todo antes que yo? —preguntó.

—Tenía que decirles de cualquier modo. Para poder tomar tu confianza, al primero que le revelé la historia fue a Nathanien, necesitaba su ayuda para poder mezclarme con el consejo y lograr ser lo que soy ahora —reveló —Nate fue después, se lo tomó a mal y quiso por un tiempo aniquilarme, luego tomó la compostura y decidió no meterse en este asunto, aunque nunca supo lo de Ezra. Y contigo espere que Ezra muriera para que no hubiera más ataduras. Pero no eres la única que se ha enterado en este momento —aclaró.

—¿Por qué no pudiste intervenir en lo que sabías que vendría?

—No debía intervenir en cosas del destino. Sabía que todos iban a morir incluyendo a Rufel, aun así no hice nada, el poder que otorgó el espíritu es predecir el futuro, no cambiar las cosas —explicó —, si lo hacía cosas peores pondrían venir.

Eternos finales © ✔️Libro #0Donde viven las historias. Descúbrelo ahora