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—No tenía la intención de luchar hoy, pero si no tengo remedio... —confesó Jerek ya apartado a una distancia segura de su contrincante. Y era cierto, quería provocar alboroto, pero las cosas se salieron de control, o eso parecía. De igual modo a este le encantaba pelear.

—Yo mismo acabaré contigo —aseguró el ojos azules. Nunca se había visto tan furioso como aquel día, si algo lo caracterizaba era la venganza.

Ambos salieron del castillo de la manera mas prudente. Nate no quiso que nadie se diera cuenta del intruso, y menos que era el rey de Kathyn. Ahora se encontraban entre la oscuridad del bosque, con la única compañía de la luna llena. Nathanien se quedó con Eri para retenerla y evitar que ocurriera un desastre. La mujer estaba en completa demencia. Nate se encargaría de Jerek, no iba a permitir que ella arriesgara su vida.

Jerek se quitó el sombrero y el traje que tenía puesto, en ese instante se sentía más libre para moverse. Al joven le encantaba luchar en pocas prendas. Nate hizo lo mismo, aunque de igual modo cualquier cosa se iba a destruir.

El viento comenzó a soplar y el silencio se hizo presente. Dos miradas inyectadas de sangre se veían. La tensión era evidente ante cualquier ojo. Uno de los dos iba a caer, pero no sin dar la lucha primero. Al caer una hoja de los árboles, la lucha comenzó. Ambos contrincantes hicieron su primer movimiento a una velocidad sobrenatural, ningún humano se daría cuenta de lo que sucedió, sólo vería hojas y tierras moverse sin tener idea de lo qué sucedería. Dos sombras luchaban, una tras otra se daba golpes mortales, pero para ellos no era nada. Jerek rasgó la mejilla de Nate con su poderosas garras, por suerte no fue tan profunda, en cambio él dio dos golpes en dos puntos claves, en su torso y en su pierna, fueron de gran fuerza debido a que, tenía un as bajo la manga que nunca fallaba y hasta ahora comenzó a usarlo.

Tenía un plan, sólo que se grabó los movimientos de Jerek, descubrió que tenía un patrón a la hora de luchar. Primero usaba su brazo izquierdo para golpear directamente a la cara y el derecho para el estómago o cualquier parte de su cuerpo, también lanzaba patadas al aire, las cuáles eran peligrosas, unos impactos de ellas y en cuestión de segundos sus huesos serían destruidos. Pero no era algo de que preocuparse, analizó que Jerek no era tan rápido y su velocidad disminuía a la hora de lanzar patadas. Nate era muy observador en las batallas. Era su mayor fuerte. Aprovechó la oportunidad en la que el pelirrojo daría otra patada, cuando la pierna estuvo cerca de su rostro para impactarle el ataque, como pudo, la tomó con su mano y de inmediato uso su poder, en segundos la pierna comenzó a arder y a quemar el cuero de la bota.

Jerek logró zafarse de inmediato de su agarre, por suerte sólo quemó el cuero y no la piel. El tipo de fuego que emergía Nate era más potente que cualquiera, su color era distinto. Era de un verde marido, casi parecido al color del mar que escandalizaba la vista al verlo, lo malo de ello, es que no estaba totalmente experimentado con ese arte, apenas y sí lo lograba dominar. Sus ataques se detuvieron y los dos se mantuvieron totalmente quietos. Se analizaban. Planeaban. Y sobretodo se mantenían en cautela.

—¿Fuego? No sabía que podías dominarlo, al parecer eres un cofre de sorpresas —admitió entre risas e impresionado.

—Sorpresa… —murmuró y no esperó más. En cuánto percibió el descuido de Jerek, se agachó y en un parpadeo congeló el suelo, era su idea, el hielo no iba a parar en un punto, en realidad fue que caminó a donde su oponente estaba parado, a Jerek no le dio tiempo de reaccionar y sus piernas fueron congeladas en milisegundos. En ese momento, Nate iba a atacar, pero fue sorprendido, algo detuvo sus movimientos. De repente, una bestia atacó a Jerek mientras que este tenía sus piernas aún congeladas,  pero eso no lo derribó, se escudó con su brazo, el cual no recibió ningún rasguño del ataque de aquel animal enorme y rabioso.

Eternos finales © ✔️Libro #0Donde viven las historias. Descúbrelo ahora