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Tragedias ocurrieron los últimos diez años, nada estaba en absoluta paz desde que los reyes del reino Fawer, desaparecieron. Las personas estabas consternadas por ello, nadie supo cómo simplemente dejaron de existir, los tomaron por muertos, pero el hijo mayor de estos, no lo creía así, de eso estaba seguro. El joven Nate Fire se convirtió en rey demasiado pronto, a la edad de diez años. No era la edad adecuada para darle una tarea de gran peso, aunque él era el único heredero y el más apto, ya que su hermano de tan solo cuatro años, no era el adecuado. El rey joven resultó ser perfecto. La gente de Fawer no pudo tener a alguien mejor, él era un verdadero líder. Toda su sabiduría fue dada gracias a su estricto padre, quien lo preparó desde que este empezó a hablar.

Sus primeros años fueron pacíficos, pero el joven estaba empecinado en vengar a sus padres, solo él sabía lo qué les había ocurrido, nadie sabía esa información, siempre la mantuvo para sí. Era demasiado obstinado como para recibir ayuda, ya tendría su tiempo para cumplir su objetivo. Con la edad de veinte años, ya había resuelto muchos conflictos que anteriormente tenía el reino Fawer, en especial la casi guerra con el reino Hylgen. Cuyo se encontraba en este, demasiado distante pero importante. La guerra se iba a desatar debido a que su padre, Nerack, descubrió secretos prohibidos del reino, y al saber eso quiso propagarlo, junto con Rufel lo iba a hacer, pero por cuestiones enigmaticas, este desapareció con su esposa una semana después desde que había hecho el pacto con el rey de Jumbel. Nate accedió a la propuesta del gobernante de Hylgen para evitarlo, se comprometió a casarse con la hija menor de este.

Rompió el compromiso con la princesa Gindy, aunque no la volvió a ver desde ese día, en aquel jardín que hasta entonces, no se le había borrado de su mente, pero ella sí. Solo recordaba los ojos de plata, no su rostro. No lo consideró importante para tenerlo presente en su memoria. Tal vez se enamoró cuando era un niño. Sin embargo, no podía darse el lujo de fantasear, ya esos días habían acabado y debía ser el hombre en el que se había convertido. Su único objetivo era vengar a sus progenitores.

La tarde se hizo presente más pronto de lo que pensó, estar todo el día revisando documentos antiguos y que consideraba innecesarios, lo hizo perder la no noción del tiempo, otra vez.

—¿Cuándo partiremos? —le preguntó su hombre y guardia de más confianza, este lo acompañaba en cada instante, Nate siempre pedía su compañía a pesar de lo irritante que algunas veces era.

—¿No deberías estar preparándote? —cuestionó firmando un papel. Trataba sobre comercio de carnes de otros países, pero no era importante como para detallarlo.

—No tengo idea de cuándo ejecutarás el plan, ¿cómo quieres que me aliste? —acusó frunciendo el entrecejo.

El rey dio media sonrisa que apenas se notó.

—Muévete, partiremos esta noche.

...


Los años transcurrieron inevitablemente en el reino de Jumbel.

Nada había cambiado, considerablemente no. Rufel seguía reinando. No había concedido matrimonio, ni mucho menos hijos. Su única hija, la princesa Gindy había dejado de ser una niña regordeta y adorable, para convertirse en una mujer joven, con una belleza excepcional, se parecía mucho a su madre cuando esta tenía su edad. Pero nada había sido fácil ni alegre, no desde que murió su madre.

Su padre la había mantenido encerrada y no le permitía salir a pasear sin su supervisión, el único lugar donde podía estar sola y libre de sufrimiento, era en su jardín, su sitio privado. Lo apreciaba mucho más con el pasar de los últimos años. Rufel se volvió un rey obstinado, irritable, nada paciente y cruel, la gente empezaba a odiarlo. Pero a él le importaba lo más mínimo lo que pensaran sus plebeyos, solo le importaba gobernar y tener todo el poder.

Eternos finales © ✔️Libro #0Donde viven las historias. Descúbrelo ahora