[06∆]

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Los tres yacían en el mismo lugar, la mañana pasó rápido, ya el sol estaba en su punto más alto y hacía un calor sofocante, pero soportable. El rey Nate no podía retener la propuesta que le tenía a Eri, planeaba decírselo un poco más tarde, pero la impaciencia se lo impedía, después de todo para eso la hizo venir hasta allí.

Eri continuaba con su deleite, parecía hipnotizada por el mágico paisaje. Salió de su trance cuando él se puso a su lado y prosiguió con lo que tenía en mente.

––Perdonad mi interrupción ante tu momento. Lo que tengo que decirte y proponerte sé que es menos importante que esto, pero no podía retenerme más —comentó.

Ella lo miró a los ojos en espera de lo que quería proponerle.

––¿Te gustaría aprender a usar la espada? ––dijo directamente.

––¿A usar la espada? ––repitió en total confusión.

Él suspiró con aire de sorpresa.

––¿No sabéis que es? ––inquirió

––Lo sé ––respondió ––, es algo obvio, ¿no?

––Me alegro que lo sepas, por un momento pensé que no tenías ni idea ––dijo en tono avergonzado y a la vez burlón.

La miró lleno de esperanza, sabía que ella era un buen potencial.

––Entonces, ¿queréis aprender?

Eri pensó por un instante su propuesta, no sabía si sería buena para aquello, tampoco quería ser una inútil. Una inútil a la que tendrían que salvar todo el tiempo. No, no sería así, a pesar de que no recuerda nada, tenía su carácter intacto, y, lo pondría a prueba.

Ella asintió.

––Lo haré. Pero si soy un desastre en el entrenamiento, por favor le pido que me mantengáis paciencia ––le pidió mientras hacía un pequeña reverencia.

––Cómo tu rey, ten por hecho de que será así.

En ese instante la princesa Brithney bajó de su semental para pararse al lado de su majestad y reírse leve. Él la miró confundido por su acto, pero no fue el único, Eri también la miraba extrañada, no entendían que es lo que le causaba gracia a la princesa.

––¿Sucede algo? ¿No hemos perdido de algo gracioso? ––preguntó él.

––Me causa gracia el hecho de tal muestra de poder ante tu protegida ––respondió entre risas.

Él la miró extrañado y con el entrecejo fruncido, era obvio que no le causaba nada de gracia.

––Me podríais explicar bien. Todavía no capto tu chiste.

––Todo el mundo te trata como un cualquiera ––mencionó ahora en tono serio ––, sin tomar en cuenta que eres el rey. Y con ella ¿tratas de serlo? ¡No me hagas reír! ––rió a lo bajo.

El rey se acercó a la princesa hasta quedar a unos de centímetros del uno al otro. A él no le parecía nada gracioso lo que dijo anteriormente, sin embargo, no planeaba seguirle el juego, no, él no era esa clase de sujeto. Siempre se hacía respetar fuere quién fuese.

Su risa fue baja y discreta para después terminar en una mirada severa y abrumadora.

––Princesa Brithney, cuide sus palabras… Yo sé perfectamente cómo ser tratado y a como tratar a mi gente. Yo perdono una vez, la siguiente…. ––hizo una pausa y mordió su labio inferior luego negó con la cabeza ––No habría porque comentarlo, ¿o si?

Ella se quedó callada y esperó a que continuará.

––Los que me “tratan como cualquiera” como lo describe usted, no es exactamente
de ese modo. Y sí, permito la confianza entre tú y Joseph porque crecí con ustedes, si no fuese porque estuvieron la mayor parte de mi infancia, usted y él ya no estarían comentando faltas a su rey ––concluyó.

Eternos finales © ✔️Libro #0Donde viven las historias. Descúbrelo ahora