Sping-off - 1.0 ~JANEK~

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~6 años atrás~

En un pequeño pueblo, sin lugar identificado. En aquel sitio, yacía un bar que toda la gente del pequeño pueblo visitaba, era agradable estar allí con tus amigos, familiares, y hasta para los viajeros que buscaban un lugar para descansar. Aunque, en las noches era otra cosa, que le era prohibido a los menores entrar o si quiera tener conocimiento, sólo era para adultos.

Una joven caminaba de aquí para allá apresurada, tenía que servir tragos a los clientes, el problema era que las mesas estaban muy juntas y casi le era imposible pasar por ellas sin tropezar con algunos clientes.

—Con permiso, con permiso, con permiso... —murmuraba para tratar evitar molestar a los clientes. Pero lamentablemente tropezó con uno que se estaba levantando de su silla, y la bandeja que tenía en ambas manos con las bebidas fueron derramadas en el hombre.

—¡Mira por donde caminas! ¡Estúpida! ¡Insolente! —exclamó el hombre, alzó su mano para golpearla, pero una mano le sujeto el puño evitando el desastre.

—Disculpe, señor —masculló otra joven que se puso delante del hombre para defender a su compañera. —, este es un establecimiento respetable y nadie aquí tiene derecho a golpear a las mesceras —alegó —Si no quiere tener problemas es mejor que se vaya o se calme —advirtió y apretó su agarre antes de soltarlo.

El hombre fue intimidado por tal fuerza de la chica, que sólo se quedó callado y asintió con la cabeza en señal de obediencia, se sentó en una mesa y no discutió más.

La joven que había confrontado al joven se giró, y vio a su compañera con preocupación pero también con lastima.

—¿Estás bien? —inquirió tomando su rostro entre sus manos —¿Mai? —la llamó, ya que no respondía.

—Sí, estoy bien —respondió —¿Por qué te metes en estos problemas? Kano, deja de estar defendiéndome. No quiero que tengas problemas por mi culpa —pidió abrumada.

—Si no lo hago yo ¿quien lo hará? Eres como mi hermana, jamás dejaré que un patán de esos te haga daño —aseguró.

Mai la miró sin comprenderla, de verdad no quería que se hiciera daño, y menos por su causa, pero hacerla cambiar de opinión era una tarea imposible.

Ella era una mujer joven de cabellos rubios, casi dorados, y cortos. Tenía unos ojos color miel, y pesar de su belleza, para todos parecía una niña indefensa y debilucha, lo cuál era así, siempre se metía en problemas. Kano, siempre la defendía.

Mai suspiró en derrota.

—Eres un caso perdido...

Kano no pudo evitar reirse.

—Bueno, vamos a la barra, hay clientes que atender —le dijo.

Ambas fueron a la barra, y tuvieron que servir muchos tragos. Habían muchos clientes, y pocas camareras. Era extraño que siendo un día cualquiera, hubiera tantas personas, y la mayoría ya estaban ebrios y causando alborotos. Típico, pero más escándoloso.

Kano estaba exhausta, ya pronto acabaría su turno que cada vez lo ansiaba más, odiaba su trabajo, era un hecho.

—Que termine este día rápido... —exigió —¡No soporto mis pies!

—Si quieres termina tu turno, yo puedo atender —ofreció Mai.

—¿Qué? ¡No! ¡No te voy a dejar sola! —prometió tomando el animo de nuevo.

—No soy una niña. Puedo cuidarme sola. tú ve y descansa, llevas dos días sin dormir bien.

Era cierto, llevaba dos días trabajando seguido, y casi no dormía nada, por lo que las bolsas en sus ojos eran cada vez más visibles.

Eternos finales © ✔️Libro #0Donde viven las historias. Descúbrelo ahora