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El aire acogedor alivió el sudor de su rostro

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El aire acogedor alivió el sudor de su rostro. El olor a sopa se impregnó en sus fosas nasales, lo que provocó que sus párpados se abrieran lentamente, pero volvieron a encerrarse debido a la luz. Fue un poco irritante despertar así, había estado soñando plácidamente y dormido sobre una suave colcha. Aunque sabía que no estaba en un lugar conocido, fue extraño... No se encontraba orientada.

Al recuperar su vista notó que estaba en una habitación enorme, parecía un lugar para atender a los enfermos, pero estaba solamente ella. Todo el lugar era blanco, con un ventanal grande de donde yacía la luz penetrante. Su corazón se aceleró al darse cuenta de su soledad, le temía a que ocurriera algo peor, solo que no sabía qué.

Un anciano estaba a su lado limpiando sobre una vasija llena de agua, vestía de lo que parecía harapos, de inmediato se preguntó dónde estaba, qué era aquel lugar. De inmediato, se incorporó y el anciano de ojos marrones cálidos, con una mirada envejecida le sonrió.

–Buenos días, querida. Veo que te desperté… –le habló suave y se acercó, puso su mano callosa y suave en su frente para confirma su temperatura. Ella quiso apartarse, pero no veía la necesidad de hacerlo, la mano de ese anciano era demasiado suave como para temerle.

–¿En dónde estoy? ¿Qué es este lugar? —preguntó ya cuando este apartó esa piel suave de su frente.

–Estás en Fawer –le contestó sonriente —.Llegaste en la noche toda sucia e inconsciente. ¿No recuerdas nada antes de quedarte inconsciente?

Ella se puso a analizar sus recuerdos, pero por más que buscará por su mente confusa, no encontró nada. Miró al anciano con una expresión muy confundida y abrumada. ¿Qué pasó? ¿Por qué no recordaba nada?

–En realidad, no. No recuerdo ni mi propio nombre... –le contestó. Comenzó a asustarse, ahora sí sentía que estaba en algo peligroso, desconocido. Quería huir, pero ¿a dónde?

–Ya veo, creo que tienes perdida de memoria –declaró.

–¿Perdida de memoria? ¿es eso? —indagó. No podía ser perdida de memoria, aunque cuando lo pensó bien, el anciano tenía razón

–Sí –le contestó –No recuerdas de dónde vienes, ni siquiera cómo te llamas, es a lo que puedo llegar. Pero no te preocupes, con el tiempo y terapia recordarás todo –le aseguró.

No le creía que recordaría todo en cuestión de días, de hecho ni confiaba en eso. Algo le decía que todo iba a cambiar, que ya su vida no sería la misma, pero no lo entendía. Quería irse, a donde fuera. Sin embargo, tampoco recordaba a qué lugar iría, mucho menos de dónde vino, se iba a volver loca si no se orientaba pronto.

...⪯

El rey Nate yacía en su alcoba, sentado en su escritorio, leía uno de los libro que más había leído recientemente, recitando cada frase importante y de cierta referencia como si fuese lo más importante que diría en su vida. Desde niño le ha encantado leer, pero cuando llegó a la edad suficiente para leer libros prohibidos —como los llamaba su padre—, comenzó a buscar lo más extraños y pocos conocidos.

Eternos finales © ✔️Libro #0Donde viven las historias. Descúbrelo ahora