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-¡Mamá! ¿Qué haremos mañana? ¿¡Podremos ir a la playa otra vez!? -dijo con entusiasmo y se preparó para dormir.

-Otro día será, ahora duerme. Mañana tendrás que prepararte, recuerda que celebraremos tu cumpleaños a lo grande y quiero que descanses lo suficiente ¿bien?

El pequeño Ezra asintió y terminó de acostarse sobre su cama, esperó a que su madre lo cubriera y le diera las buenas noches.

-¡Fue el mejor momento de mi vida! -murmuró antes de quedarse dormido totalmente. Había sido un día largo para el muchacho ya que no paró de correr por todas partes con una energía interminable.

-También el mío -coincidió y besó su frente que era cubierta por sus rizos antes de retirarse.

Ella se fue a su alcoba y notó que su esposo estaba en el balcón y veía las estrellas de la noche sin luna y cubierta por la oscuridad. Fue hacia él y se paró a su lado a contemplar las estrellas como él lo hacía. Era un momento armonioso y tranquilo. rara veces lo veía distraído en su propio mundo. No iba a hablar, pero él dijo la primera palabra.

-¿Se durmió?

-Sí -asintió -Nunca lo había visto sonreír tanto...

-Yo sí, muchas veces en las que no estuviste para él -confesó. Ella suspiró ásperamente, no le gustaba para nada lo que hacía, siempre quería estar cerca de su hijo, pero los deberes que tenía como reina la obligaban a dejarlo solo por mucho tiempo.

Le dolía, por supuesto que sí, pocas eran las veces que estaba junto a su hijo, aveces envidiaba a Nathanien, quién también era el rey, pero podía estar más tiempo con Ezra, no sabía cómo lo hacía. Siempre terminaba sus deberes y el tiempo de sobra que le quedaba la pasaba con su hijo.

Era un suertudo.

-¿Dónde estabas? -preguntó ella, ya que horas atrás cuando habían llegado, él se había perdido y no lo vio hasta ese momento.

-Estaba verificando algunas cosas del reino -respondió secante.

-Ya veo -cuestionó.

-¿Cómo te sentías familiarizada con la playa? Según mis recuerdos nunca salías del castillo -aseguró en dudas y para cambiar el tema.

-Conocí ese lugar hace mucho tiempo. Mi madre me llevaba allí de vez en cuándo -pausó con un suspiro -Todo estaba bien cuando Rufel nos trataba como una familia... -continuó y sintió un escalofrío al pronunciar ese nombre.

-¿Dices que Rufel fue un buen padre? ¿Escuche bien? -dijo exaltado y la miró incrédulo.

Ella asintió.

-Hubo un breve tiempo en el que él nos trataba bien -aclaró -En ese tiempo fue un buen hombre, hasta quién sabe cuándo... -dijo en dudas -después que cumplí mis cinco años todo acabo. Se volvió el Rufel que conociste -reveló.

Nathanien se quedó sin palabras, esperaba todas las respuestas posibles, pero jamás esa. Nunca creyó que Rufel fuera ese tipo de hombre, y mucho menos enterarse de su boca, no de ella, era una total locura.

-¿Dices que él y tu madre tuvieron un tiempo de absoluta paz? -preguntó incrédulo.

-Incluso ella llegó a tomarle cariño -informó -Sé que es difícil de creer, pero yo estuve en esos momentos, y es como si hubiera sido ayer -aseguró.

-No preguntaré mas del tema, sé cuanto te duele hablar de ello.

-Me alegra que lo entiendas -le sonrió.

-Eres mi esposa después de todo -alegó -. Pero hay algo que no me agradó para nada el día de hoy, y ya que estamos solos y podemos hablar de ello, ¿por qué te alejaste de mi cuando iba a besarte? -encaró totalmente serio.

Eternos finales © ✔️Libro #0Donde viven las historias. Descúbrelo ahora