Capítulo 42

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Fabián

Sonó la alarma y me levanté de un brinco. Juro que sino tuviera que salir, me quedaría durmiendo. Éstas camas son tan cómodas y tan calientes. (En el buen sentido chicas)

Busqué mi cepillo de dientes y entré al baño rápidamente para cepillarme. Me enjuagué la cara y salí. Cogí el teléfono de la habitación y marqué a servicio a cuarto. Pedí un rico desayuno para mi y para Irina. También pedí que pusieran unas flores en uno de los desayunos, luego de unos minutos ya habían llegado a mi habitación.

Sonreí y le di algo de propina al mesero. Los días que trabajé me ayudaron para conseguir el dinero suficiente para éste viaje y también tengo un poco más para algún gusto. Estoy tranquilo porque sé que Rosa irá a casa de mi madre cada vez que pueda.

Busqué algo de ropa en mi maleta y me vestí. Cogí las llaves y el carrito donde estaban los desayunos y lo saqué fuera de la habitación. Caminé hacia la habitación de Irina y toqué la puerta. No hubo respuesta así que toqué nuevamente. Tal vez esté dormida. Busqué el duplicado de su llave y abrí la puerta encontrandome con una Irina despeinada y con su boca abierta. Juro que me dio mucha risa, jamás la había visto tan cómoda. Sí, la vi cuando dormimos juntos (sin hacer nada) pero por la prisa no tuve el tiempo de analizarla mejor.

Puse el carrito al lado de su cama y me acerqué a ella. Su cabello rojizo despeinado, sus pecas que me encantaban, y su tiernos labios abiertos. Quería besarla pero tuve que aguantar. La fui moviendo poco a poco e hizo una queja para no levantarse.

Luego de varios intentos conseguí que se levantara.

-¿Porqué me levantas?- dijo en un bostezo.

Sonreí cuando lo hizo.

-Te traje un desayuno especial. Además tenemos cita con el psicólogo.- dije sentándome en la cama.

-¿Psicólogo?- dijo en un salto. -Jamás me dijiste que tenía que ver a un psicólogo.- dijo enfadada.

-Irina ¿Qué creías? ¿Qué en el centro de ayuda solo hablaban en grupo?- ella asintió.

-Sí, lo hacen, pero primero deben de dialogar con un psicólogo para ver que tan severo es el problema. Sea físico o mental.- dije.

Irina me fulminó con la mirada. Yo solo le señalé el carrito de comida. Ella rodó los ojos y se levantó para ver que había.

Cuando lo vio sonrió. Tomó las flores y las olió.

-Huelen muy bien, son hermosas.- dijo sonriendo.

Luego salió hacia el baño. Me dio mucha risa, porque se había abochornado ya que aún no se había cepillado los dientes. Luego de hacerlo salió.

-¿Ya no estás molesta?-me acerqué a ella, haciendo que nuestros cuerpos estuvieran pegados.

Ella me miró directo a los ojos. Yo pasé mi lengua por mis labios.

-¿Qué pasa? ¿Tantas ganas me tienes Clayton? Eso lo podemos arreglar.- dijo acercándose cada vez más.

No aguanté más, puse mi mano en su cuello y junté nuestros labios. Nuestras lenguas encajaban a la perfección y el movimiento de su lengua hacía que tuviera una erección. Al pensar en eso me alejé rápidamente haciendo que Irina me mirara confundida.

-Sí, ya sé, aún es muy rápido.- dijo acercándose al carrito de comida. Tomó su plato, se sentó en la cama y comenzó a desayunar. Soy un tonto por haber desaprovechado éste momento, pero no soy como todos los hombres, yo sí creo en el amor de verdad. Creo que me escucho algo cursi. Pero enserio chicas, los hombres como yo, amorosos y que creemos en el amor, existimos. Creo que estamos en peligro de extinción, pero existimos.

Me senté al lado de Irina y también comencé a desayunar. Cuando terminamos había un silencio incómodo.

-Bueno, ve y cambiate. Debemos ir a la cita.- besé su mejilla y salí.

-Fabián espera.- dijo.

Sonreí pensando en que diría "Fabián no te vayas".

-¿A qué hora es la cita? Es que quiero que me de tiempo de arreglarme.- sí, eso me dijo.

Sin mirarla dije.

-En una hora, te espero en la recepción.- salí.

***

Faltan quince minutos e Irina aún no a bajado. ¿Cuánto se tardan las mujeres?

-Hola guapo. ¿Porqué andas tan solito?- dijo una mujer desconocida.

Era más o menos de mi estatura, unos senos enormes. Obvio son hechos. Ojos marrones muy grandes y de tez morena.

-Lo siento señorita, estoy acompañado.- dije serio.

Ella solo sonrió.

-Pues yo no veo a nadie por aquí guapo. ¿Qué tal si tu y yo..- Irina llegó y no la dejó terminar.

-Zorra de quinta, el caballero ya te dijo que está acompañado. ¿Acaso estás sorda?-

La mujer fulminó con la mirada a Irina. Me guiñó un ojo y se marchó. Me recordó mucho a Irina, la vez que la conocí.

-Casi se te van los ojos mesero.- dijo Irina saliéndose de mi lado.

-¿Mesero? ¿Otra vez? ¿Acaso estás celosa Irina?- reí.

-¿Celosa yo idiota? ¿Acaso tengo cara de celosa? No creo.- dijo y yo volví a sonreír.

**

-Buenas tardes. Yo soy el doctor Santiago. ¿Los dos necesitan mi ayuda?- preguntó el médico.

Ya estábamos en el consultorio del psicólogo. Irina estaba nerviosa, pero trataba de solo bregar con su teléfono para que yo no lo notara. A pesar de el poco tiempo que nos conocemos, siento que la conozco desde años.

-Es ella doctor. Su nombre es Irina Mackenzie.- dije.

El médico me sonrió y luego miró a Irina.

-¿Estás lista?- preguntó.

Irina me miró y luego miró al médico y asintió.

-Bueno, ¿Señor?- dijo el médico.

-Fabián Clayton.- terminé su oración.

-Señor Clayton, necesito que me deje a solas con la señorita Irina. Esto es rutinario, la paciente debe de estar segura con su médico. Debo hacerle algunas preguntas, usted puede esperar en la sala.- dijo el médico.

Yo solo asentí. Irina apretó mi mano muy fuerte y me miraba con miedo.

-Es por tu bien preciosa.- besé su frente y salí.

También existen chicas malas |EDITANDO|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora