Capítulo 18

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Otro día de escuela. Otro día aburrido y desastroso para mi vida. Sinceramente necesito llamar a Tom y divertirme. Irina tú no aprendes. Lo sé, pero la vida no se hizo para seguir reglas. Se hizo para gozarla. Pero aveces pienso que la felicidad no se hizo para mi. Casi me violan y cuando era pequeña mi vida fue demaciado... Olvidenlo no tengo porque contarles algo así.

Entré a la clase de educación física. Noté que tomaba esta clase con la estúpida de Raquel y con el meserito. Ese idiota desde que pasó lo de ayer, no me mira ni me habla. Y si me mira es por equivocación. Y yo que no quería jugar con él, já. Ese idiota va a caer rendido a mis pies.

-¡Irina! ¡Tu vas primero!- escuché decir a la maestra.

-¿Pero porqué yo? ¿Que le hice maestra?- escuché como todos reían excepto Raquel y Fabián.

-Mire señorita Mackenzie, no estoy para sus chistes. Tiene que darle cinco vueltas a la cancha.- dijo.

-Pero...

-Pero nada, ¡ya!- hizo sonar el silbato.

¿Porqué los maestros son tan amargados? Empecé a correr poco a poco. ¿Qué se creía esa maestra? Podría lastimarme. Dicho eso, en unos segundos estaba en el suelo gritando de dolor. Me había torcido el tobillo. A mala hora abrí mi bocota.

Todos me miraban, pero no hacían nada. Malditos. Luego sentí unas manos tocar mi tobillo.

-¡Auu! ¡Duele!- grité. Cuando miré hacia el lado, ¿saben quién era? Sí, el señor salvador.

-Está fracturado.- dijo.

-¿Enserio? No me había dado cuenta idiota.- dije irónica.

El solo sonrió de lado. ¿Y este tonto porqué sonríe? La maestra le dijo a Fabián que me llevara a la enfermería. ¿Esto podría ser peor?

Entramos a la enfermería. La enfermera con la ayuda del mesero me sentaron en una camilla. La enfermera me tomó unas placas y luego salió dejándome allí sola. Bueno, estaba con la bestia humana en persona. Pero eso era como estar sola.

-¿Ahora te crees súper héroe?- rompí el silencio.

-¿Humm?

-No seas idiota, te estoy hablando a ti. ¿Tienes ganas de ser un súper héroe? Porque tienes a la idiota de Raquel para salvarla

-¿Estás celosa?- dijo mirándome. Burlón.

-Mira estúpido, no eres el único hombre de este planeta. Y si lo fueras, creo que me mataría antes de estar contigo.- lo señalé.

El solo se rió. Maldito, ¿porque siempre se ríe de lo que digo?

-Señorita Mackenzie, tiene el tobillo fracturado. Debo ponerle un yeso y tiene que estar así por unos días.

-¿Está bromeando cierto?- dije. La enfermera me miraba seria. Al parecer no bromeaba. Ahora tenía una pierna lastimada. Ahora menos podré salir o tener sexo. No, no, no. Esto no me estaba pasando a mí.

-Creo que tendrás que abandonar tu vida de "mujer alegre" por unos días.- dijo el mesero en un tono divertido. Pero no para mí.

-¿Eres un imbécil sabes? Si tú no disfrutas tu vida, ¿quién lo hará? Además tus opiniones no me interesan en lo más mínimo.- contesté.

-Mira Irina, ¿porqué no te callas?- dijo casi en un grito. -Existen muchas maneras de disfrutarse la vida.-

-¿Porqué no te callas tú naco?-

El solo se acercó furioso. Estaba tan cerca de mí que sentía su respiración. Sentía su olor. Maldita sea, huele tan bien.

-¿Qué pasa Mackenzie? Pensé que eras una chica mala.- dijo todavía con su respiración encima de mi.

-¿Porqué dices eso naco?- pregunté mirando sus labios. ¿Que rayos me pasa?

-Bueno, a las chicas malas le gustan los malos ¿no? Pero yo no soy malo, pero aún así te hago temblar.- se alejó de mí y soltó una carcajada.

Maldito mesero, idiota, cara de pato mal parido. ¿Que rayos le pasa? A mí nadie me pone nerviosa, ¡nadie! Antes de que pudiera contestarle la enfermera entró con unas muletas.

-Ten, con esto podrás caminar mejor mientras tengas el yeso en la pierna. Y bueno eso es todo, puedes irte a descansar. Pero el tendrá que llevarte.- señaló al mesero.

¿QUÉ? ¿QUÉ DIJO?

-¿Es enserio? ¿Porqué él?- pregunté.

-Bueno señorita, llamé a su casa y su padre dijo que no podría recogerla. Ya que estaba en una construcción. Según él, está remodelando la sala de su casa. O algo así.

Es cierto. Sara tuvo la brillante idea de expandir la sala. Según ella era muy pequeña.

-Pero yo me puedo ir con alguien más, p¿orqué con éste naco?- dije señalando al mesero.

-¡Oye sin insultos!- se defendió el mesero.

-Señorita su padre fue el que exigió que sea Fabián Mackenzie el que la lleve a su casa.- dijo examinando unos papeles.

¡Maldición!

También existen chicas malas |EDITANDO|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora