XXXVII-La carta del Diablo

538 64 55
                                    

Aún el polvo que dejemos plagado en la tumba será evidencia de nuestra miseria, de que siempre fuimos el villano y nada más que eso.

***

—Este es un plan jodido.—Rowly espió a través de la ventanilla por cuartas vez.

Escuchó otro forcejeo, quejas y desesperación, ni siquiera comprendía cómo lo había convencido de salir en buscar de Brayant Peters, uno de sus principales sospechosos hasta ahora.

—¿No va a quitar el seguro?—Alaya seguía forzando la palanca, estaba perturbada, inquieta, quería correr y asegurarse de que Peters seguía con vida—Es él, reconocí su voz al final.—chilló y remarcó al mismo número con las manos temblorosas, se oprimió el móvil en el oído—No contesta.—susurró, se tapó la boca y comenzó a moverse con nerviosismo en el asiento.

—Solo fueron vidrios—se refirió al estruendo que se escuchó en el teléfono antes de que colgara—. No puedo dejar que vaya sola.—se negó, estaba convencido de que era demasiado el riesgo, no tenían una pista de lo que había detrás de esas puertas.

Alaya se arrastró la cara con frustración, resopló con absurdez y empujó la palanca de la puerta repetidas veces pero estaba asegurada—Brayant podría estar...—le gritó, pero no pudo terminar, de todas formas ambos sabían lo que quería decir—Aún no sabemos si es el asesino, y si no lo es y está en peligro, dejaríamos morir a una persona inocente.—intentó hacerle comprender.

—¿Y si lo es?—la encaró con rabia en la mirada, definitivamente ella tenía todo lo necesario para sacarlo de control—Puede ser una trampa, estará entrando justo en la boca del lobo.

—Es mi decisión.—replicó ella sin un gramo de mitigación.

Rowly maldijo golpeando el volante. La miró por la comisura del ojo, aún encubierto como Josephine se podría decir que sentía... miedo, miedo de conducirla a su propia muerte, miedo de abandonarla a su suerte, de perderla y no volver a verla nunca más.

—Treinta minutos, ni un segundo más, si no sale de ahí, lo haré a mi modo.—le mostró un arma bajo su pantalón  levantándose una esquina de la camina para demostrarse que no estaba jugando.

Alaya no tuvo más opción que aceptar.

Rowly quitó el seguro de la puerta y ella salió en dirección a la casa de Peters, tocó un par de veces antes de darse cuenta de que la puerta ni siquiera tenía el cerrojo puesto, estaba abierta, se infló de aire para pasar, ya estaba en la casa, no había vuelta atrás. Estaba oscuro y algo olía mal allí adentro, las ventanas estaban cubiertas por periódicos, los muebles descuidados y empolvados, lucía como una casa embrujada o algo similar. Avanzó y examinó la sala  en cada pisada, el silencio se extendía por las cuatro direcciones, hasta que escuchó ese choque fuerte que hizo las paredes vibrar.

La cocina, de allí venía, mientras más se acercaba un ruido casi irreconocible comenzaba a tomar forma de queja, después de gritos y cuando llegó era un clamor de sufrimiento.

Habían lozas rotas por todo el piso, como si un terremoto hubiese sacudido  la casa. Su corazón se detuvo por un segundo cuando vio los pies de un cuerpo en el piso, se acercó tratando de cruzar sobre los cristales y vio el tinte rojo alrededor, corrió con las piernas flaqueando y lo encontró, estaba tirado y lucía muerto.

Bajó e inspeccionó el pulso en su cuello.
 Exhaló, agradeció al cielo, Peters estaba vivo.

Escuchó una queja de él, mientras arrugaba la cara de dolor entreabría los ojos ligeramente. Alaya sujetó su cabeza para reacomodarla, le sacudió unas partículas de vidrio de la cara y le dio toquecitos en la frente muy despacio.

Jaden  {Bilogía El Príncipe de Dubái}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora