XIV-El origen

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En un principio la inocencia, el primer aliento, la primera sonrisa, el primer beso, el amor.... Y crecemos sin conocimiento sobre esta sociedad narcisista, y el mundo nos contamina, la mente, los oídos, el habla, la voz, y evapora nuestra esperanza, y nos ata a esta corriente mecánica de la cual nos hacemos siervos inconscientes y herrados en extinción, y sobre el origen de la maldad se lo acoge el viento, pues en la misma yaga nos hayamos y es muy tarde en el reloj.

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Clara observó las puertas deslizarse a los extremos, no le costó mucho entender mientras miraba a Alaya huir y a Ross inmóvil, con los ojos hundidos de culpa y confusión.
¿Qué debía hacer? ¿Ir con Alaya o con Elah?

Sus impulsos dirigieron su camino a él, pero en cuanto llegó sus palabras se atascaron como un nudo en su garganta, verlo de cerca era aún más difícil, su mirada tras el rastro de ella, que se desvanecía en la distancia.

Se doblegó, apoyando las manos en su regazo con los ojos cerrados.—Ni siquiera sé qué dije o qué hice.—su respiración se volvió inestable.

Ella sentía una fuerte presión sobre su cuerpo, se mordió el labio inferior tratando de aclarar sus ideas, había dado su palabra y la cumpliría, de eso estaba segura, aún existían mayores razones por las cuales luchar.

Acarició su espalda cautelosamente, verlo así, solo le daba más motivos para creer que sus sentimientos eran reales, no tuvo más dudas.—Por favor te explicaré después, por ahora tómalo con calma, no te preocupes lo resolveré.—Él se levantó en un suspiro, ella le dio una sonrisa optimista y le hizo señas de que iría detrás de Alaya, Ross asintió y ella le dio un saludo militar para luego salir corriendo, agradeció que sea su brazo el lastimado y no sus pies.

Alaya ya estaba en las afueras del lugar, Clara la alcanzó, ella abrió la boca para explicarle pero las hiperventilaciones de Clara la detuvieron, se puso una mano en el pecho, se limpió la frente con el antebrazo e hizo un gesto con el índice pidiéndole un tiempo para respirar.

Se echó aire con las manos—Pediré un taxi—hizo una pausa.—, vamos a mi casa allá podemos hablar, por ahora respira y descansa.—fue a ella y la rodeó en sus brazos, lo necesitaba, todo su rostro lo decía.

Al llegar quitó su peluca, su maquillaje estaba desecho y su corazón flechado.

Se desplomó en la cama sin mencionar una palabra, se recostó de costado, frotó sus hombros lentamente, pensando en lo que acababa de pasar ¿Por qué de alguna forma tenía esa sensación que siquiera podía nombrar? Dios, cuánto daría por repetir ese momento solo una vez más, fue lo que pensó, ... Te quiero como eres, como eres, como soy.

—Alaya...—Clara rompió el silencio, se sentó a su lado en la cama, escuchó un suspiro de su parte, entonces aclaró— Está bien, no hablemos de Elah—se acostó junto a ella, ambas mirándose fijamente, apartó su cabello y acarició su mejilla—¿Quién te hizo tanto daño?

Ella dejó escapar un jadeo mientras seguía resistiendo las lágrimas, apretó los labios, no quiera llorar, no quería darle más de sus lágrimas.

Clara unió su frente con ella, tomó su mano con seguridad.—No tengo demasiado tiempo conociéndote, pero pude verlo, pude notarlo, tú corazón estaba destrozado.—el llanto inundó sus ojos, ella secó sus lágrimas con el pulgar y se apartó un poco para mirarla de nuevo directamente.—Pero no fue Elah, lo sé, hay una herida que has ocultado, algo que no te permite amar.—Alaya se agachó un poco y ella tomó su cabeza entre sus manos—Tienes que hablar, tienes que llorar, grita si lo deseas pero tienes que sacarlo, mientras más tiempo esté ahí adentro—hundió el dedo en el lugar de su corazón.—más dolerá y más poder tendrá sobre ti, sobre tu vida—se alivió al sentir como su respiración se normalizaba y sus ojos dejaban de parecer tan perdidos—. Déjalo salir.

Jaden  {Bilogía El Príncipe de Dubái}On viuen les histories. Descobreix ara