XXIII-No me acuesto con estudiantes.

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A veces, simplemente no tenemos el control, las cosas pasan, y no es culpa de nadie.

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Miró el reloj en su muñeca y revisó el mensaje en el móvil por centésima vez.

Elah:
¿Vamos por un café?

Nunca tomes decisiones desesperadas, o cuando estás enojada. Un día antes sus oídos echaban humos por ese estúpido profesor, la dejó con la palabra en la boca y mil pendientes.
Maldito

Justo el timbre de su teléfono sonó en ese momento.

¿Un café?—Lo necesito—se dijo, no lo dudó solo respondió ''sí'', no pensó en ello hasta el otro día (presente).
Pestañó lentamente mirando la nada en la ventana de su habitación, consideraba si había sido un error. Pero Ross era genial, después de todo era un simple café ¿O no?

¿Y si no era un simple café? ¿Él de verdad quería algo con ella?
No, la pregunta era ¿Ella quería algo con él? ¿Era el correcto?

Y como siempre todo era complicado, desde un café hasta el desastre que tenía por sentimientos, en ese preciso instante era más confusión que persona.
Porque estaba Jaden, se convencía ochocientas veces de que aquello no iba para ningún lugar pero volvía a rozar sus labios y todo desaparecía, y no necesitaba saber nada más, si iba para bien o para mal porque él estaba ahí y era perfecto.

Pero Elah también era perfecto, en todos los sentidos, él tenía una forma de ver la vida asombrosa, y joder volvía a lo mismo, volvía a dudar, a enloquecer.

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En cuanto salió vio el destello de esa inmensa limusina blanca, Ross estaba recostado con un rodilla flexionada contra la puerta, incluso desprevenido parecía posar para la portada de una revista. Todo en él era esplendor, llevaba una sencilla polera gris y unos jeans negros con rotos en la rodillas, y con eso lucía como el hijo de Leonardo DiCaprio. Tecleaba su celular mientras ella se acercaba, aún no la notaba, eso le dio tiempo para mirarlo un poco y analizar su aspecto.
Ross era atractivo, de eso no había un gramo de duda, y ella, bueno, ella estaba bien.
Al menos así lo pensaba.
Antes no le había pasado por la cabeza que él la recogería en su casa; su casa... su muy acogedora casa.
Otra frustración en la cual hundirse, pero ya que, la vida ya parecía jodida otro puntito en la lista era lo de menos.

Él levantó la mirada justo antes de que llegara, le concedió esa sonrisa, esa sonrisa que abofeteaba tu cara con un destello casi hipnótico.
—Luces hermosa, algo formal pero hermosa—le guiñó un ojo, se acercó y recogió su cabello con suavidad, antes de notarlo se inclinó y la beso. Fue rápido, como un saludo, pero eso no evitó que una corriente desenfrenada erizara cada célula de su cuerpo.—¿Vives aquí?—ladeó la cabeza un poco para echar un vistazo.

Alaya resopló con fuerza, no se avergonzaba de donde venía, jamás se avergonzaría de su familia y lo que hacía para subsistir, pero Ross era un monarca, su habitación era el tamaño de la casa, era imposible no sentir incomodidad al tenerle allí, al otro lado de la valla, donde las personas de su estatus llamaban cuevas de parásitos.
—Sí, es algo fea lo sé, estás acostumbrado a mansiones de lujo, pero sabes que no todos tenemos la...

—Por Dios—no la dejó terminar, su rostro cambió a uno al parecer ofendido.—¿De verdad crees que soy esa clase de persona?—sus cejas oscuras se cerraron con una expresión confusa.

—Es solo que...—ella se encogió de hombros, solo decía la verdad.—Estoy consciente de mi situación, al igual que de la tuya.

—No digas eso—acarició su mejilla suavemente, ella miró a sus ojos, y ese momento, en ese fragmento de segundo, él fue el correcto—, aquí estamos solo tu y yo, sin etiquetas ni estupideces como esa—la besó, con una dulzura que casi sabía a miel en su boca, se apartó un poco—, quiero que seas consciente de que estoy para lo que necesites.

Jaden  {Bilogía El Príncipe de Dubái}जहाँ कहानियाँ रहती हैं। अभी खोजें