XLV-El fin de mi virginidad

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Hace mucho tiempo escuché un ruego cercano a mis oídos que me inducia provocar daño.

El vacío rebosaba la copa de un océano de torturas compadeciendo una pena interminable dentro de mi. Hace tiempo mi alma fue un hueco de sombras sin mas que lo insano en su interior, si hay alguien que merece esto, soy yo. Mi vida era del infierno al que llevaba a los otros, hoy el abismo ajusta sus cuentas, y viene sobre mi.

*

Ross quería venganza, quería a Amin muerto.

Lo acababa de confesar sin vacilar, no había un pulso de indecisión en él.

—Querías la verdad.—fueron sus palabras después, la calma de su voz la consternó.

Ross le dio una mirada clara, estaba más consciente que nunca.

—Chowder se suicidó porque estaba enamorado de Amin, dejó una carta—soltó de repente, haciendo que todo volviera a estar confuso para ella, antes de que pudiera preguntar algo, él repuso:— Amin le hizo la vida miserable, se esforzó por hacer de cada día un infierno para él. Mi hermano solo tenía buenos sentimientos, sentimientos que nunca pudo expresar porque se sentía encerrado—Alaya arrugó el rostro, no pudo hacer más que bufar sin nada claro, ¿Chowder Bredd era homosexual?—. Nadie supo nada de su orientación ni de sus sentimientos hasta que murió.—eso lo explicaba, aunque no mejoraba nada.

Amin nunca mencionó que Chowder sentía cosas por él, ni siquiera lo supuso o le advirtió de ello, lo más seguro es que él tampoco estuviese enterado, no podía vincular su culpabilidad con el rechazo si ni siquiera sabia que lo estaba haciendo.

—Es muy probable que Amin no estuviese al tanto de sus sentimientos.—quiso señalarle.

Elah la interrumpió con dureza:

— Amin Alabi es una asesino—no quería escuchar excusas. 

Nada iba a romper su promesa, tarde o temprano, lo que juró en la tumba de su hermano, sería el destino de su asesino.

—¿Y tú? ¿Te convertirás en uno por venganza?—la repulsión entrecortó su voz.

—Yo haré justicia, la justicia que mis padres no buscaron. Solo así el alma de Chowder podrá descansar en paz.

—Elah yo... Lo siento mucho, pero es insensato, es demencial, es un motivo irracional. Aunque te cueste comprenderlo  Amin no tiene la culpa, nadie la tiene—se acercó para crear un ambiente de confianza entre ambos—. En algo tienes razón, fue parte de un acto criminal intoxicarlo, pero lo demás estaba fuera de sus manos, o su voluntad. No puedes matarlo, es absurdo pensar que le devolverás la paz a tu hermano con esto, solo dejarás un peso terrible en tu conciencia.—intentó inducirlo a la realidad aunque terminara lastimado, él estaba perdido en un dolor que difería a la apariencia de saber lo que estaba bien o moralmente incorrecto.

Hubo un silencio.
Sus palabras salieron de sus labios sin mitigar un señuelo de expresión en su mirada:
—Perdóname Alaya, no estaba pidiendo tu consentimiento.

Fue como si el mundo hubiese perdido el sonido por un momento.
Las imágenes delante fueron borrosas:

Él estrelló la puerta de la camioneta, la luces se alejaban hasta que finalmente desaparecieron.

Cuando el sonido regresó y la percepción era más clara, fue consiente de que ya en ese punto, se encontraba completamente  sola a mitad de la nada.

*
Una fuerte ráfaga redujo a cenizas las flamas del fuego, la oscuridad la cubrió por completo, el panorama se hacía cada vez más siniestro y exasperante, su cuerpo se inmovilizó a un punto drástico, tomó el broncodilatador e inhaló un gran volumen.

Jaden  {Bilogía El Príncipe de Dubái}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora