XXX-Mujercitas

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La oscuridad es lo único estable en mí, nunca lo entendiste... No hay nada que salvar cuando solo quedan migajas... Y yo ya estoy lo suficientemente roto.

***

—El sufrimiento es el único camino hacia la verdad. Quiero que conduzcas con sabiduría tus palabras, no tengas miedo, de todas formas está en nuestro designio desaparecer, algunos lo hacen primero que otros—amplió una sonrisa que destelló en la oscuridad del cuarto. Unió las manos a su espalda y comenzó a caminar a su alrededor—El dilema está en que no me considero un verdugo como tal. Sí, soy capaz de sentir compasión y benevolencia. Y la verdad es que me das lastima, mucha lastima—se detuvo delante de él y comenzó a mirarlo arrugando la nariz con asco—, mírate, luces horrible, tu bonito rostro y tus delicados rasgos ya no existen, la hincharon de tus ojos producen repulsión, todas esas marcas dejarán cicatriz—le tomó la barbilla y observó cada moretón, hundió el pulgar en su boca rota, sabía que le causaba dolor, pero no se detuvo—. Debería de hacerle un favor al mundo y arrancarte la vida de una vez y por todas. No haces nada productivo, no aportas ni el mínimo grano de arena ¿Qué eras? ¿Modelo?

Las lágrimas de Zedd mojaron su dedo, algo que le provocó gracia. Entonó esa risa maníaca y soltó su barbilla con brusquedad.

—No...—se respondió a sí mismo—Solo eras otro influencer mediocre con aires de fama, pero nunca lo conseguiste, nunca obtuviste el renombre que anhelabas— estiró su cuello y miró un destello plateado como la hoja de un cuchillo en algún punto de la oscuridad—Mereces morir, solo eres otra basura existencial.

—No es un Dios, no está en usted dictar quien merece vivir y quien no.—Zedd miró directo al negro de sus ojos. No es como si lo reflejase con propósito, parecía de un instinto tan natural... Como se deleitaba al verlo en su calvario y como sus pupilas se ensanchaban con provocar daño.

No, no tememos a lo desconocido, el mayor temor está en conocer. Nunca lo comprendí con exactitud, y ahora que lo hago... tengo miedo. Este ser no es humano, es un pecado... el peor de todos.

—¿Cuántas oportunidades te di? Coloqué cada simpleza en bandejas de plata para ti, y lo arruinaste todo ¡Maldito inservible! No eres capaz de hacer nada útil, asqueroso retrasado.—volvió a retener su barbilla y agujeró sus mejillas con la punta afilada de sus dedos, lo comprimió hasta arrastrar su cabeza contra el respaldo de silla.

—Todavía puedo hacerlo, por favor deme sola una más.—sus labios temblaban esparciendo la sangre por su ropa y el piso.

—¿Otra oportunidad? No te bastó con arruinar la escena de la fiesta y dejar que ese profesor me robe todo lo que planifiqué detenidamente—comenzó a hundir el dedo en una herida fresca en su pómulo, Zedd se quejaba de dolor, pero eso no le importaba—. No sabes cuanto me costó calcular cada movimiento con precisión, encubrir a un don nadie y hacerlo lucir con decencia, luego tener usurparlo con otro asistente y rediseñar una invitación idéntica, todo para que tú lo eches por la borda y desvíes la mirada de mi novia a alguien más.—lo abofeteó, lanzando una descomunal ráfaga de sangre que expulsó de su boca.

Zedd enderezó la cabeza y le explicó despacio, como podía para no desmayarse.

—Desde un principio les comenté que no estaba seguro de que fuese una buena idea. Solo me retrasé unos minutos, le di al chino el tiempo prudente de actuar tal y como usted lo pidió—hizo una pausa para poder respirar y continuar—. Cuando llegué ya estaba en el suelo, golpeado por todos lados, y ella cubierta por los brazos de aquel hombre.

—¡Cállate!—golpeó su rostro con furia varias veces—Es tú culpa, nunca entendiste, tú debías ser quien la salve ¡Tú! ¡No él! —lo tomó de la camisa y lo levantó dejando su cuerpo colgando en sus manos—¿Qué le dijiste a Alaya? ¡¡¿Qué?!!—lo tiró de golpe, rodeó su cuello y comenzó a apretarlo hasta casi dejarlo sin habla.

Jaden  {Bilogía El Príncipe de Dubái}Where stories live. Discover now