XLVI-El pecado entre tus piernas

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Sin embargo, con ello aprendí que la mejor forma de enfrentarse al diablo, fue caer en su tentación.
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Fue dulce en un principio, le concedió el primer orgasmo con ternura y sensibilidad.
Pero su benevolencia revocó abruptamente, aceleró el ritmo de las pulsaciones de repente, los movimientos socavaban su cuerpo, sus golpes bruscos le provocaron el dolor más placentero de su vida, se fue sobre ella y apoyó las manos a costados de su cuello, su sonrisa era tan ardiente, solo le estimulaba a seguir cediendo golpe por golpe hasta hacerla suplicar; bajó y lamió sus hombros marcando algunas mordidas profundas, ella sucumbía en gemidos fuertes que se escapaban cuando aún tenía su robusta forma adentro, y es que él tenía cada cosa a su favor, ya conocía aquel perfecto abdomen, pero ese detalle, ese enorme detalle, prestaba de la lógica definitiva para pensar en porqué las mujeres que probaron esta cuestión, querían más, y más... como una adicción de LSD, si tomas la muestra, inevitablemente querrás el paquete, en particular su ''paquete'' estaba muy por encima de lo que hubiese intuido de un pretencioso descerebrado como una vez lo consideró, pero por esa forma tan... bien dotada, le concedería cualquier oportunidad de fanfarronear, pues éste le merita tal tamaño, y bien, luego de magnificar la gloriosa obra que Dios le otorgó con grandeza, podemos fijarnos en el barbarísimo talento al utilizarlo; los ojos de ella permanecían cerrados, por un momento separó una pequeña brecha y contempló su rostro completamente excitado y el calor de su respiración ferviente sobre sus senos, mientras que se disponía a regresar a la oscuridad visual, su inusitada voz le susurró al oído:

—No..., mírame.—al ordenarlo socavó su cintura de un tirón y la llevó sobre él, esta vez ella estaba arriba.—Hazme lo que quieras.—sus labios humedecidos se curvaron formando aquella imagen absolutamente despiadada.
Aún encima, mientras la fricción de su viril forma al punto límite de la er*cción contra su endurecido trasero era el suplicio más cruel para sus instintos masculinos, ella lo disfrutaba tanto, desde entonces ambos sabían que el vuelco no solo posaba en la posición de sus cuerpos, sino que, incluía el dominio del sexo... ¿Qué les podría decir? tal vez todas escondemos una dominatrix en el interior, o era lo que ella demostraba, castigándolo, encendiéndolo, dándose a desear, descaradamente rozó los labios alrededor de aquella parte cubierta de venas, y no, no lucía para nada mal, todo contrario en realidad, le ofrecía este aspecto semental y grueso, que cualquier fémina desearía devorar ciertamente, pero ella fue más fuerte, reunió toda la fuerza vital y el autocontrol que poseía para no ceder y tomarlo de una sola bocanada, porque ganas no le faltaban cabe mencionar, pero no sería así de fácil, ese fragmento travieso encubierto a su vez conservaba un lado verdugo, por lo que, y para su infortunio, aún restaban otros minutos de tortura.

—¡Joder!—gruñó en un éxtasis perceptible, ella contempló algunas gotas deslizarse desde su frente bañada en fluidos, en aquel gesto desesperado elevó la barbilla apretando los ojos con agresividad, como si le suplicara a su Dios que toda su crueldad termine, no el sexo, desde luego, tan solo la maldita espera, y no es que le aborrezca, le encantaba cuando era pícara e infame, pero... estaba su flor totalmente abierta y húmeda, a dos centímetros de su entrepierna, entonces ¡carajo! sí era un jodido martirio.—¡Mierda...! Estoy a punto de...—se frotó el rostro y prensó la dentadura sin concluir.—, tienes que meterlo ahí ¿Sabes?—señalando sus labios ceñidos.

—No, no, no.—moviendo el dedo indice a la altura de su bien dichosa boca.—Es mi turno.—replicó en esa risilla vil poco ostensible.

Impulsivamente se sentó justo en la cúspide del bulto, fue doloroso para los dos pero está claro que se sintió delicioso, no lo negarían... Pese a su desfavorable y nula experiencia demostró las ganas que tenía bien guardadas en la forma erótica de sus pulsos, su espalda curva y sus manos apoyadas contra su pecho mojado; él estaba deleitado, sus ojos se atenuaban con la negrura de la noche, entonces ambos se unieron en golpe y fuerza, estaba en un total descontrol de energía y locura, las maldiciones y clamores se intensificaban, la velocidad del movimiento se agravaba, ella estaba luchando por contener el poderío de su fornida parte y la dura sensualidad en la que entraba y salía de la suya, él suscito su segundo orgasmo cuando sin detener el choque llevó los dedos al punto sensible entre los labios mayores, los círculos fueron perfectos, el recorrido a sus senos fue lento y sensitivo, los rodeó con la humedad que trajo de más abajo, y ofreció un exquisito masaje en la punta y cuando se detuvo en su cuello, la encerró en una violencia erótica, fue salvaje, fue despiadado, fue imponente y apasionado, fueron tres puntos de placer desenfrenado, sus estímulos, los círculos y el cuello, finalmente el grito de clímax llegó a ella y él no tardó en culminar en un ferviente bramido masculino.

Jaden  {Bilogía El Príncipe de Dubái}حيث تعيش القصص. اكتشف الآن