XXXIV-Father

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Cada ser humano es adicto a una ambición en su existencia. Algunos aman el amor, otros desean a las mujeres, un drogadicto disfruta lo que consume. Y hay quienes vemos todo eso en el placer de la muerte.

***

En el instante en el que su cuerpo chocó contra el agua todos los sentidos se fueron de ella por un breve minuto. Aún cayendo bajo la superficie por el impulso, abrió los ojos. Casi intentó respirar, pero se detuvo a tiempo, fue como si el alma le volviera al cuerpo. Algo pasó por su cabeza, ''la piscina'', claro, estaba colocada estratégicamente para que la terraza también sirviera como punto para hacer clavados desde arriba. Aclamó a los cielos y al arquitecto que lo diseñó así.

Cuando comenzó a sentir la necesidad del aire al mismo tiempo se dio cuenta de que no tenía el velo en su cara, estaba descubierta.

Miró a todos lados, como ya sabrán, ver bajo el agua sin algo que proteja la vista es difícil, pero el color rojo brillante hizo que detectarlo fuera menos complicado, nadó hasta tomarlo y solo se lo sobrepuso en la cara porque ya no podía aguantar más la respiración.

Luchó para salir, cuando escuchó la voz de Ross no supo de donde sacó fuerzas para casi saltar, pero lo hizo.

—¡Espera!—le gritó mientras bajaba por las escaleras con prisa.

Alaya corrió al ascensor, cuando llegó pulsó el botón para ''abrir'' como cien veces por segundo mientras rezaba todos los salmos , los rosarios y los cantares. La puerta se abrió e hizo lo mismo cuando entró en el botón ''cerrar''. Ross llegó abajo y comenzó a correr para alcanzarla.

—Dios, por favor, por favor.

La puerta se selló cuando Ross casi llegaba a interponer la mano entre las puertas.

Se derrumbó y volvió a perder la conciencia por un minuto. Se restregó la cara y se abanicó los ojos, aún no estaba a salvo, ni siquiera cerca.

Se quitó los tacones y cuando llegó al primer piso comenzó a correr a la salida a toda velocidad, se cruzó con la señora de antes, sostenía un teléfono que bajó de su oído.

—¡Espere!—le gritó, y comenzó a correr a paso lento detrás de ella.

Cuando salió al jardín sintió el aire fresco llenar sus pulmones.

Se escondió detrás de una estatua con forma de oso y logró perderla de vista. Las rejas de los portones estaban cerca, pero permanecían cerradas por un sistema de seguridad.

Esa señora estaba alerta sobre no dejarla ir, solo faltarían minutos para que el jardín se llenara de los guardaespaldas de Ross y la encontraran. Tiró el velo que ya no le servía de nada. La ropa seguía húmeda y la noche fría.

Comenzaba a temblar y a perder la fe en que podía escapar de allí.
Hasta que vio su oportunidad y sus ojos destellaron. Una camioneta que llevaba herramientas de jardinería y unas flores descuidadas en la parte trasera se detuvo delante de las rejas, probablemente esperaba que le permitieran el paso.

Vigiló antes de correr. Incluso vio a Ross salir de la mansión, para su suerte se fue rápidamente por otro lado.

Corrió a la camioneta pero se mantuvo sigilosa, cuando estuvo cerca, gateó para no ser detectada por los espejos, o por las cámaras que seguramente tenían las rejas. Se subió sin hacer movimientos bruscos para que la camioneta no se agitara. Se cubrió con las rosas y por fin pudo respirar desde el interior cuando sintió el auto en marcha.

Luego de unos minutos espió el camino con unas ramas en la cabeza. Estaba lo suficientemente alejada así que al estudiar las opciones no le quedó de otra que lanzarse a unas bolsas de basura para golpearse menos.

Jaden  {Bilogía El Príncipe de Dubái}Where stories live. Discover now