XXXII-Obsession

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Si en todos los párrafos lo repetía mil veces, es porque me moría viéndote lejos, con alguien más, es porque quería ser yo el que te acaricie, te bese, te abrace, te valore... como nunca antes lo hice.

***

—¿Cómo es que una sopa instantánea puede saber tan bien?—Clara sorbió las pocas gotas que quedaban al fondo del envase.

—Créeme, me he vuelto un experto preparando comida barata.—Robert se sacó el delantal, después de doblarlo  lo guardó en uno de los gabinetes de la cocina.

Estaban creando esa pequeña tradición semanal, películas y los caldos mágicos de Robert.

Robert tomó unos palillos, luchó por colocarlos de forma correcta y sujetar o envolver los fideos, pero no llegaban a su boca a tiempo, bufó y buscó un tenedor.

—Odio usar palitos chinos.—murmuró, echándose un bocado a la boca.

—Palillos—lo corrigió—¿Qué peli tenemos hoy?—apoyó los codos sobre la isla tamboreando los dedos en sus cachetes.

—Terror, tus favoritas—achicó los ojos  y puso las manos como garras en una expresión de miedo—. Siempre te vi como la chica más ñoña del mundo, nunca llegué a imaginar que eras la psicótica amante de la sangre y las matanzas crueles. Es humillante ser el que termine gritando de horror.—admitió con un suspiro dramático.

Robert tomó un puño de palomitas, se removió en el respaldo de la cama de Clara y le acarició la cabeza  que descansaba en su hombro, ya había entrado unas cuantas veces pero seguía sintiéndose raro. Levantó una mano para frotarse los ojos, casi olvida el vendaje en el izquierdo; inspiró y se acarició con cuidado, era un fastidio cuando tenía picazón tras el parche que no podía remover.

En un segundo sintió los labios de ella estrellarse en los suyos, la reacción fue inmediata, tomó sus hombros y la alejó abruptamente.

—¿Qué pasa?—le preguntó Clara con timidez, se rozó los labios y agachó la cabeza con las mejillas ruborizadas.

Robert tomó su cabeza entre sus manos e hizo que lo mirara directamente.

—Alma, hay cosas que no sabes de mí, cosas que te asustarían.—le confesó, buscó una mano de ella y la acercó a su boca, la besó, la miró y separó los labios para hablar pero ella se adelantó:

—Yo también oculto cosas que te asustarían—mencionó ella de pronto dejando un silencio corto. Robert dibujó una línea entre sus cejas —. Y al final terminarías alejándote de mí.

—No harías nada que me aleje de ti.—contradijo él, al instante.

—Hay algo que...—Clara se interrumpió y cerró los ojos con fuerza—No quiero seguir mintiendo.—había dolor en su voz, Robert lo notó y se acercó a ella para abrazarla.

—Está bien, puedes decirme lo que sea, nada va a cambiar.—le susurró.

—Todo va a cambiar.

***

Un buen hombre que asumía su saber en planicies subjetivas alguna vez perdió el camino de la necesidad, y en su entendimiento a un ignorante relató: "El mismo odio que provees un día te será reconfortado".

Zedd siempre buscó en su ausencia de amor parental disminuir su dolor con el de otros, pues si él estaba mal "siempre hay alguien peor que tú" ¿O no? Y eso le satisfacía, saber que las personas sufrían y sus dolencias eran mayores, y si él sufriría a lo largo de toda su vida ¿Por qué lo tenía que hacer solo? Cuando había tanta gente en el mundo con inseguridades y frustraciones. Personas que no se sentían bien con su peso, o su piel, o su etnia, sus atributos, o de los que carece, su tez, su vello corporal, ¿Por qué estaba mal recordárselo?  ¡Eres gordo! ¡Eres fea! ¡Pareces un chico! ¡Luces como una chica! eres muy bajo, eres muy alto pareces un poste de luz, eres horrible y lo sabes... No está mal que te lo diga.

Jaden  {Bilogía El Príncipe de Dubái}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora