Capítulo 51: Secuestrados

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Ya había pasado una semana y media desde que me había ido a uno de los bosques vírgenes que había en el extrarradio de la ciudad con la única compañía de Colmillo Blanco.

Estos últimos días, además de practicar con Aaron en las mañanas, Thomas me enseñó el arte de la espada y a veces asistía Alice a vernos con la excusa de observar si me encontraba psicológicamente estable, aunque sospechaba que no era del todo cierto.

Aún faltaba una semana para el esperado torneo nacional de arquería, pero a Aaron no le importó mi marcha.


—Se ha levantado el viento, eh —comentó al ver cómo el aire soplaba con fuerza.

La primera hora, aunque soplaba una brisa que te dejaba frío, no lo hacía con tanta fuerza, pero ahora era diferente.

—Va a llover —dijo observando el cielo—. Será mejor que entremos. ¿Prefieres que llame a Marcus o...?

—Nah, mejor me quedo contigo la otra hora que tenemos acordada y charlamos un poco mientras tanto.

Esta vez ninguno nos duchamos al no haber transpirado y nos fuimos directamente a su lugar de relax, como lo llamaba él. No obstante, su abuela nos sirvió a cada uno una taza de chocolate, que honestamente diré que estaba delicioso. Para estar más cómodos, nos sentamos en unos confortables sillones, uno en frente de otro.

—Sabes, Aria, me he dado cuenta de que cada vez me parezco más al dios Apolo —dijo tras mirarme largamente.

—¿Y en qué te pareces? —pregunté mientras sorbía un poco de chocolate.

—Pues que además de ser rubio, un gran arquero y estar buenísimo —solté un bufido y rodé los ojos jugando ante esto último, me gustaba hacerle descender al mundo de los mortales y que no se lo creyese tanto— también soy un desafortunado en el amor —en sus ojos había un deje de tristeza.

—¿En qué te basas para decir eso? —pregunté con un punto de curiosidad.

—Se enamoró de Casandra, ésta le rechazó; se enamoró de Dafne y ésta huyó y acabó convertida en árbol; Castalia, tres cuartos de lo mismo; se enamoró de Jacinto y el joven termina muerto por accidente.

—Pero, ¿por qué tú también eres un desdichado?

—Es difícil de explicar —me miró—. No me he confesado ni nada, pero presiento que nuestra relación cambiaría. Es más, para empezar, no debí de haberme encariñado con esa persona —casi susurró mirando a otro lado.

—¿Estás seguro de que no confundes tus sentimientos? Puede que ese cariño sea que quieres a esa persona como hermana o hermano —me mostré cauta ya que él era bisexual y no había especificado su género.

Sonrió negando.

—Lo cierto es que al principio era adoración a su persona, pero solo verla, me hacía sonreír y cuando estamos juntos, no me importa ni que llueva. Aunque la primera vez que nos conocimos, no se llevó una buena impresión de mí, más adelante, nos reencontramos y forjamos una amistad. Una amistad que no quiero que se destruya. Con esto de los sentimientos, no soy tan seguro como revelar mi orientación sexual. Sufrí mucho en mi adolescencia. Cuando les conté a mis padres que me atraía un chico cuando ya había salido también con chicas anteriormente, casi se vuelven locos. No entiendo porque la sociedad rechaza tanto a la comunidad LGTB —murmuró mirando a la nada.

Me abstuve de comentar nada para no interrumpirle, esta charla se había vuelto muy personal y no quería meter la pata.

—Yo me enamoro de la persona, no de su género. El género es algo secundario.

Agente 1546Where stories live. Discover now