Capítulo 50: Vete

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Pasé la noche en la casa de Alice. Me atiborré a chocolates belgas mientras veíamos una serie juntas hasta que fue muy tarde. A pesar de su esfuerzo por intentar distraerme, mi mente no dejaba de vagar hacia ellos.

—¿Estás segura de que quieres ir al instituto? —preguntó Alice mirándome por el espejo retrovisor del coche.

—Tengo que asegurarme del grado del impacto —me limité a contestar.

—No estás obligada, Aria —me habló suavemente.

Me encogí de hombros como queriendo decir que es lo que había, pero por dentro estaba hecha un manojo de nervios. Me era más fácil enfrentarme a todos los criminales del mundo que enfrentarme a mis propios amigos.

Al llegar al instituto, miré a mi alrededor con desasosiego. Sentí que algo en el ambiente no estaba bien. Percibía las miradas de los estudiantes y a cada paso que daba, sus murmullos. Era como si me estuvieran juzgando bajo esas sonrisas llenas de falsedad.

De lejos, vi a mis amigas hablando con los Stone, parecían todos alterados. Fingí que no los había visto y desvié la mirada al suelo, como si fuera lo más interesante del mundo. Sin embargo, no tardé en levantarla al notar que venían en mi dirección. Mi corazón había empezado a latir con fuerza, como siempre que tenía nervios, y me notaba tensa.

—¡Eres una maldita bastarda! —fue lo primero que me gritó Allison antes de estrellar su puño en mi nariz.

No me dolió mucho el golpe, por lo que supuse que no me la había roto. Lo que realmente me dolió fue ver esa expresión en su rostro.

—Te defendí de muchos comentarios, discutí con un montón de personas que me hablaban mal de ti, pero al final resultó verdad toda esa mierda que me contaron.

Estaba llorando mientras hablaba, en su mirada no había asco, ni desprecio, ni siquiera odio. Había decepción y el sentimiento de ser traicionado. Yo conocía ese sentimiento, ver cómo la persona que apreciabas te clavaba el puñal por la espalda, y, aun así, sabiendo lo que duele, lo había hecho. No podía sentir más que repulsión por mí misma en estos momentos.

—No sé de qué me hablas —respondí sin interés, con postura un poco burlona.

—Sabía que eras una puta cabrona, pero no creí que eras tan ruin —gritó Lysandra con desprecio mientras Oliver la agarraba por la cintura impidiendo que se lanzase sobre mí—. Llegué a admirarte, a respetarte, pero no eres diferente a Amanda, Zoe y Tamara.

Le di una mirada retadora. No pude evitarlo, a veces mi cuerpo actuaba mecánicamente hacia ciertas situaciones para nunca mostrarme intimidada.

—Me das asco —soltó Kaitlyn—. Te vengaste por haberte echado de mi casa.

Automáticamente fruncí el ceño levemente. Desde un principio no estaba segura de qué me acusaban, simplemente decidí que era sobre le diario, pero esta revelación había cambiado las cosas. Yo no había hecho nada. Miré a los hermanos y todos apartaron su mirada.

—¿Acaso vas a negar que lo has hecho? —inquirió Jade mostrando el Instagram.

En la pantalla de su móvil aparecía mi perfil donde supuestamente había publicado que Jeffrey fue el crush de Allison. Mensajes de risa y despectivos aparecían en los comentarios.

Observé la publicación con cuidado, sin creerlo aún. Según la hora, lo había hecho diez minutos después de que Kaitlyn me echara de su casa, pero yo ni siquiera toqué el móvil en toda la noche.

Quería defenderme, negarlo todo y decir que alguien debió de entrar en mi cuenta y se hizo pasar por mí. Pero no podía, no debía. Tenía que aceptar los cargos de los que era acusada injustamente. Morir por dentro era un eufemismo. Si de verdad, hubiera muerto, ¿por qué me sentía así? Morir significa que se acabó. No debería de tener ni un solo sentimiento, ni de culpa, ni de pena, ni de dolor, ni de tristeza, ni de rabia.

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