Capítulo 3: Los hermanos Stone

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Me desperté en un cuarto parecido al de los hospitales. Era blanco entero y las paredes eran simples cortinas verdes. Intenté moverme, pero me di cuenta de que mi pierna izquierda estaba vendada y en reposo. Me quedé quieta y analicé la habitación. Pronto supe que estaba en la enfermería de la Organización; había estado demasiadas veces para mi bien.

Al oír varios pasos acercarse, me hice la dormida de inmediato. Bien sabía yo lo que iba a venir a continuación y si podía retrasarlo, lo haría.

—¡Aria Clayton! —me encogí, no solo porque había dicho mi nombre completo, sino por el tono y la persona que lo había hecho.

La persona que había dicho, o más bien gritado, mi nombre era James Harrison, el jefe de la Organización. Rondaba los cincuenta años, pero su ímpetu le hacía parecer de menos. Lástima que sus ojeras y el color de su cabello desvelasen su verdadera edad. Para que él fuera el que me viniera a despertar, significaba que en esta misión la había liado a lo grande.

—Jefe, espere. Igual no se ha despertado aún —intentó Alice Gordon, mi doctora personal, detenerle sin éxito.

Alice siempre era amable conmigo y me hacía gracia que se quejara de Marcus o del jefe por mandarme a misiones tan peligrosas con casi dieciséis años.

Su cabello era castaño tirando a rubio, largo y sedoso. Siempre amarrado, casi nunca suelto. Me gustaba su personalidad, era una de las pocas personas capaz de plantarle cara a James y siempre dejaba a Marcus con la palabra en la boca.

Me enteré de que tenía treinta años recién cumplidos. A ella no le importaba, claro está que cuando Marcus hacía referencia a su edad, ella le echaba una mirada capaz de matarle en 0,001 segundos.

Esto ocurría porque Marcus, a quien consideraba un hermano mayor a pesar de que era mi tutor, tenía veinticinco. Él era castaño, tenía un cuerpo marcado gracias a los duros entrenamientos y con su aire de chico malo y sonrisa medio torcida, hacía suspirar a media organización femenina.

Todos los agentes tenían una o un médico personal. La mía era Alice y el de Marcus, Thomas Clark.

Thomas era de la misma altura que Marcus y fuera de la Organización, tenían una relación de mejores amigos, casi. Al contrario que él, Thomas tenía aire de chico bueno, era amable y educado, pero muy serio. Su cabello era rubio y poseía ojos azules, además, se llevaba muy bien con Alice. Él solía ser el intermediario entre las disputas de Alice y Marcus y aunque aparentaba la edad de Marcus, tenía treinta y dos años.

James se dirigía a mi camilla con paso rápido y nadie me podía salvar de la que me iba a caer. Apartó de un manotazo la cortina y se posicionó a mi lado.

—Sé que estás despierta —no me quedó más remedio que abrir los ojos y le dirigí la sonrisa más inocente que tenía.

—Hola, James, ¿cómo le va? —pregunté con naturalidad.

Él solo se llevó una mano a la cara con fastidio antes de contestarme.

—La misión salió bien. Hemos eliminado todas las pruebas que te relacionan con los asesinatos y borrado las cintas de seguridad. La próxima vez ten más cuidado, Marcus tuvo que practicarte un torniquete para evitar que mueras desangrada —añadió con reproche.

—Jefe, hay cosas que la niña no puede evitar. Con suerte, no quedará cicatriz —intervino Alice.

James estuvo mirándonos simultáneamente antes de continuar, como sopesando lo que iba a decir.

—1546, lo que quiero decir es que debe de tener más cuidado. Es uno de los agentes más valiosos de la Organización y lo último que queríamos es que se ponga en peligro inútilmente.

Agente 1546Where stories live. Discover now