Capítulo 47

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Aria


Regresamos a la ciudad en el taxi que nos esperaba. El tiempo se me estaba tornando efímero, solo dos semanas.

—Sabes, Roy, nunca me permito llorar delante de nadie, pero supongo que estoy en mi límite —suspiré viendo la ciudad a través de los cristales del coche.

—Una vez Dylan me dijo que las personas lloran porque han sido fuertes por demasiado tiempo, no porque sean débiles. Así que no confundas llorar con debilidad.

Le miré y él me devolvió la mirada, solo quería abrazarlo y olvidarme de todo, pero eso solo nos heriría. Sin embargo, algo dentro de mí me decía que esto podía ser una trampa para ganar la estúpida apuesta y ni si quiera me daría cuenta.

De todas formas, ya estaba en un punto donde solo quería mandar a la mierda todo, pero perdería el control de la bola una vez que empezara a rodar y estaba muy frágil en mi estado actual. No podía hacerlo.

—Pare el coche —me dirigí al taxista alejándome de Roy.

Él me miró herido.

"Lo siento" me hubiera gustado decir, pero no podía hacerlo. Tenía que volver a colocarme esa coraza que me aislaba del mundo y esta vez reforzarla hasta hacerla impenetrable.

—Llama a mi hermano y dile que estoy en su apartamento. Vuelve a tu hogar, Roy, es donde debes de estar —abrí la puerta.

—No voy a dejarte, no quiero, Aria —me sujetó del brazo—. ¿Quieres que vuelva a mi hogar? —me sonrió tristemente—. A veces, el hogar no es un lugar, a veces puede ser una persona, y tú eres el mío. Permíteme ser también el tuyo, déjame ser el hogar al que puedas acudir en cualquier momento.

"Por favor, Roy, no hagas esto. No me lo pongas más difícil"

—No me hagas repetirlo, vete. Lo que dices no son más que palabras, ¿quién me dice a mí que lo cumplirás? —susurré mirando hacia otro lado.

Me solté y cerré la puerta para después ver cómo el taxi se alejaba. Por caprichos de la mente, me acordé de la escena de "A dos metros de ti" donde Will decía la frase que, si amas a alguien, debes dejarlo ir.

Me di la vuelta y dirigí mis pasos al apartamento de mi hermano, calculaba que, en diez minutos, si me daba prisa, estaría. No obstante, sentía que tenía plomo en los pies. Caminé por las callejuelas, al ser atajos, con las manos en los bolsillos y sintiendo la daga en mi bolsillo interno de la chaqueta. Sin embargo, en la noche, estaban llenos de maleantes y personas del bajo mundo.

Me sentí observada por todo tipo de personas mientras pasaba, la mayoría eran borrachos, aunque eso no les hacía menos peligrosos. También había vendedores de droga y gente cuyos trabajos no serían para nada limpios. De la nada, dos personas me cortaron el paso.

—¿No es peligroso que una cría como tú ande por estos lares? —sonrió, pero era una sonrisa escalofriante.

—Ha habido personas desaparecidas, hay rumores de que es obra de alguien que hace trata de personas. Ven con nosotros —su compañero posó su manaza en mi hombro y me liberé inmediatamente.

—¿Te resistes? —rió el primer hombre y sacó una navaja cuyo filo brilló a la luz de la luna.

Miré a mi alrededor, nadie iba a mover un dedo para ayudarme, pero eso no era lo que me interesaba, sino que nadie estuviera con móviles ni ninguna cámara de vigilancia apuntara en nuestra dirección.

—Vendrás por las buenas o por las malas, te recomiendo ser una niña buena —dijo el otro imitando su acción y sacando otra navaja.

No moví un músculo, una de las primeras cosas que aprendí fue a no tener miedo al enemigo que tuviera armas blancas, ya que eran de corto alcance. Hicieron ademán de agarrarme, pero desenfundé la daga y al que parecía el jefe de los dos, le hice un corte profundo en la mano para que soltara la navaja de un movimiento rápido. Sin mediar palabra le apuñalé en el corazón y sacando el arma chorreando sangre, me encaré a su compañero.

Agente 1546Where stories live. Discover now