Capítulo 4: Nuevos compañeros

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Había estado cuatro días sin ir al instituto, cuatro maravillosos días, a excepción, claro está, de las veces en las que Alice tenía que hacerme las pruebas para cerciorarse de que estaba bien.

Al final, ayer dio permiso para que asista al centro y por eso hoy martes tenía que madrugar. Seré sincera, no me hacía gracia, no era la persona más madrugadora del planeta.

Intenté convencerla de todas las maneras posibles que me dejase los cuatro días que me quedaban, pero no hubo remedio. Lo bueno era que, si había instituto, no había misiones de por medio. Esta era una norma que hizo el jefe como excepción al ser yo menor de edad y tener que aparentar llevar una vida normal, aunque a veces, se la saltaba a la torera. Ya saben, de la misma forma que haces la norma, la rompes.

Además, la otra cara de la moneda era que podía ver a mis tres mejores amigas. Las conocí cuando entré a secundaria porque en primaria estudiaba en casa, pero Marcus decidió que debería de tener una vida social como persona y me apuntó a un instituto público de la zona en cuanto tuve la edad de asistir.

Aún recordaba como si fuese ayer el primer día que las conocí.


Estaba sentada, sola, mirando cómo unos compañeros de curso superior jugaban al fútbol, cuando una chica de pelo azabache, como yo, pero hasta los hombros y ojos verdes esmeralda quiso unirse al juego.

—Hey, ¿puedo jugar? —preguntó la chica.

Los otros chicos se miraron con complicidad, pero aceptaron con una sonrisa. Quizás fuera la sonrisa, quizás fuera la mirada cómplice, pero hubo algo que no me gustó.

La chica empezó a jugar y dos chicas que la acompañaban se sentaron a mi lado. Una era rubia con los ojos azules claros y la otra, castaña con los ojos marrones. Estuvieron hablando entre ellas y pronto me metieron a la conversación, de alguna forma sentí un pequeño sentimiento que me decía que me iba a llevar bien con ellas.

Disfrutaba tranquilamente de su charla cuando algo me pareció raro. Los chicos ya no jugaban y estaban alrededor de la otra chica, Lysandra me dijeron que se llamaba, quien estaba en el suelo agarrándose la rodilla mientras los demás se reían. Kaitlyn y Allison, la chica rubia y castaña respectivamente, se levantaron a toda prisa para ver qué había pasado y las seguí. Además, empezaba a reunirse gente alrededor de ellos.

—¿Qué pasa? ¿Te has caído? —preguntó un chico con ademán burlón a Lysandra.

Ella tenía lágrimas en los ojos, pero cuando habló, no le tembló la voz.

—No me he caído, fuiste tú el que me hizo esa zancadilla a propósito —ante sus palabras, hubo un corro de vítores y silbidos, azuzando para que hubiese pelea.

Eso enfadó al chico, quien la tomó del cuello de la camiseta y la levantó unos centímetros del suelo.

—Que no sepas jugar al fútbol por ser una chica no es mi problema, me has oído —y acto seguido la tiró al suelo, haciendo que soltase un gemido de dolor.

Si había algo que tenía muy desarrollado en aquella época, era el sentido de la justicia. Así que, sin medir las consecuencias, me adelanté y le pegué una patada en sus partes bajas, haciendo que se agachara de dolor, quedando a la altura de mis ojos.

—Creo que el que tiene que oír eres tú y tu pandilla —dije fulminando a los demás chicos—. Si no sabes perder y sólo sabes insultar a los demás, será mejor que te lo pienses dos veces antes de aparecer ante mí.

Agente 1546Where stories live. Discover now