Capítulo 11: Colmillo Blanco

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—Digamos que las he dejado en su sitio —dije ocultando una sonrisa.

Él se dio cuenta del tono utilizado y meneó la cabeza sonriendo.

—No cambias, eh. Como te has aprovechado y las has engañado.

—Oye, tú me has seguido el juego —alcé las manos sin admitir mi culpabilidad.

—Por cierto, no me has dicho cuáles eran sus nombres.

—La castaña teñida es Amanda Foster, la que empujé es Tamara García y la otra es Zoe Miller —expliqué.

—Foster, García y Miller... —le oí murmurar—. ¿Esas no son las hijas de tres conocidos empresarios?

—Sí, están juntas desde parvulario, he oído decir. Las tres creen que con dinero se consigue todo —contesté.

—¿No tendrás problemas por meterte tanto con ellas? —me cuestionó.

—Marcus, ellas empezaron. Se llevan mal con mis tres mejores amigas y nos hacen la vida imposible cada vez que tienen la mínima oportunidad. ¿Tú crees que me va a importar que sus padres sean empresarios? Además, que conste que no las he tocado ni un pelo. De lo contrario estarían en el hospital y lo sabes —me defendí.

—Si tú lo dices...

—Y... ¿Me vas a explicar por qué estás aquí? —inquirí—. Yo ya he cumplido mi parte del trato.

—¿Teníamos un trato? —preguntó con intención de hacerme enojar.

Bufé molesta.

—Hermano, te juro que como sigas por ese camino, la próxima vez no te libraré de sus garras —dije seriamente.

Él me miró fingiendo pánico en los ojos y yo me reí.

—Por tu expresión se podría decir que eres gay y se te ha insinuado una mujer —me burlé.

—Fíjate que prefiero ser gay antes de que esas tres me toquen —respondió siguiéndome el juego.

—Vaya, le diré a Thomas que tenga cuidado la próxima vez que quedéis. Y creo que a Alice le interesará saber esta jugosa noticia —dije con maldad.

—¡Ni se te ocurra! —gritó horrorizado—. ¡Aria, por lo que más quieras no le digas eso a esa mujer!

—¿Por qué? ¿Acaso estás secretamente enamorado de ella y no te atreves a decírselo? —pregunté inocentemente haciendo un mohín.

La verdad, me encantaban estás situaciones. Yo burlándome de Marcus mientras él conducía y riéndonos sin pensar en nada.

Carraspeó antes de añadir:

—Sabes que como se lo cuentes, me lo dirá toda la vida y es más que capaz de hacerme una cita a ciegas con otro hombre —expresó con disgusto.

Me sorprendió que no contestara a mi pregunta, pero me reí de igual manera.

—Ahora sí, ¿a dónde vamos? —volví a preguntar.

—No vamos, ya hemos llegado. Te tengo una sorpresa.

Le seguí intrigada y vi que había reservado una mesa en un restaurante italiano bastante conocido en la ciudad. Era uno de mis restaurantes favoritos, no solo por las vistas, sino porque sus helados estaban de muerte. Si solo pudiera llevarme una sola comida a una isla desierta, creo que elegiría sus helados sin dudarlo.

—Siéntate, Aria, adivina qué —empezó a decir Marcus misteriosamente.

—Vete al grano, me estás poniendo nerviosa.

Agente 1546Where stories live. Discover now