Capítulo 59: Lealtad y venganza

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Desperté adolorida, había estado llorando hasta quedarme dormida vencida por el cansancio. Creo que había soñado algo, pero no lo recordaba con claridad. Me estiré aún sin levantarme y me percaté de que ya había anochecido y la luna resplandecía en el cielo nocturno. Las luces del despacho no estaban encendidas, así que nadie había vuelto a entrar, pero la oscuridad que me envolvía, de alguna forma me reconfortaba, era más cómodo.

El ruido de la puerta al abrirse hizo que emitiera un sonido de molestia.

—Dije que... —alcé mi mirada dispuesta a enfrentarme a quien sea, pero mis ojos se toparon con una calmada mirada ambarina.

Colmillo Blanco se mostraba relajado, no solo lo percibía en sus ojos, sino porque su lengua colgaba perezosa y su pecho ascendía y descendía de forma uniforme. Al llegar a mi posición, se tumbó en el suelo de forma juguetona y rodó buscando atención mostrando su estómago como forma de sumisión ante el líder. Acto seguido, se levantó, sacudió y dio un ladrido.

Esta actuación tan de perro, muy diferente a su habitual forma de ser me sacó una sonrisa. Casi nunca ladraba, su comunicación se basaba en movimientos corporales, miradas, gruñidos, aullidos, etc. Sin embargo, raramente ladraba.

Entonces, recordé el sueño. Estaba relacionado con un documental que vi hace tiempo: "Las montañas del lobo". Según iba recordando, la sonrisa iba desapareciendo. Yo era Lobo y escapaba de mi anterior manada con Viejo, un lobo adulto. De pronto, la escena donde Viejo muere, aparece el cuerpo de Aaron y yo acabo huyendo hacia el mar.

Los recuerdos del sueño desaparecieron ante los insistentes gañidos de mi perro-lobo, de alguna forma parecía decirme: no te preocupes, todo saldrá bien. No obstante, sabía que no era así, la muerte de Aaron me había abierto los ojos. Tras de mí, había un manto sangriento que lo impregnaba todo a mi alrededor y cada vez ese rojo era más intenso. Se suponía que debía de matar a los malos, que ninguna sangre inocente se añadiría, pero no fue así. Podía lidiar con las muertes de los criminales convenciéndome de que solo eran basura, pero, ¿cómo cargas con la muerte de alguien inocente? O peor aún, ¿con la de alguien cercano a ti?

La muerte de Aaron era un fatal aviso, un recordatorio de lo que había olvidado. No, me había empeñado en dejar en un segundo plano. Volví a tener ese sentimiento que tuve hace unos meses, cuando finalizó esa misión de la redada, pero esta vez era peor. Esta vez no iba a intentar redimir mis actos, el sueño que tuve me dio una idea de lo que debía de hacer. Lo que era lo mejor para todos. Ya lo dijo James, a veces hay que tomar decisiones que duelen al corazón, pero tranquilizan al alma. Es imposible dar caricias de paz con las manos llenas de sangre.

—Sabes, Colmillo Blanco, ser Aria Clayton es muy duro —me lamenté—. Es mejor ser el agente 1546. Sin sentimientos, centrada solo en mi objetivo. Convirtiendo la tristeza y el dolor en rabia y odio.

Según hablaba, él me miraba atento.

—Creo que ya sé qué significa el sueño y lo que debo de hacer —me levanté sonriendo con tristeza. Me sacudí el pantalón y me apoyé en el escritorio para mirar lo hermosa que estaba la luna antes de volver mi mirada a él—. Puede que esta sea nuestra última cacería, lobo. No tengamos remordimientos.

Estar en el fondo del abismo significaba que no podías hundirte más. O permanecías ahí, o volvías a ascender y a mí no me quedaba más remedio que ascender, aunque una parte mía siempre permanecerá en el fondo.

Antes de salir del despacho, estiré mi cuerpo y observé el mensaje y la foto una vez más a la luz de la luna antes de guardarlo definitivamente en el bolsillo interno de mi chaqueta. A continuación, abrí la puerta y la luz del pasillo me cegó. Me había acostumbrado a estar en la oscuridad del despacho, así que mis ojos tardaron en adaptarse a esa brillante luz. Según avanzaba, notaba un cambio en el ambiente, ya no se oía el ruido habitual de pasos ajetreados y se hablaba a media voz.

Agente 1546Onde histórias criam vida. Descubra agora