—Perdí tu número, he estado bastante ocupado.—se encogió de hombros tocando los dedos en la mesa.

—Traté de contactarte, pero tu gente me lo impedía.—hizo un puchero de niña malcriada, apoyó los codos con el mentón en las manos, su sonrisa daba miedo.

Amin giró los ojos soltando un bostezo.—Es entendible por la repentina posición en la nos encontramos—murmuró, luego devolvió su atención a ella, analizando su aspecto.—Cuál es tu postura? ¿Cómo recibiste la noticia?—indagó, si ella no estaba de acuerdo y los dos se oponían, no podían obligarlos, rogó para que aunque sea una neurona le funcionara, cualquier persona cuerda en la tierra se opondría a casarse con un desconocido, pero todo en ella le hacía dudar de su raciocinio.

Y sí, Gabriela era... especial, a ella no le importaba si era un total desconocido, si no conocía nada de su vida o no compartían los mismos gustos, lo único que le interesaba es que él era un príncipe, y ella sería la esposa de un príncipe.

—¡Casi muero de alegría! Soy la mujer más suertuda del mundo y la envidia de todo un continente.—chilló con una euforia que dejó a Amin sacando humos por los oídos.

Otra cabeza vacía en un cuerpo decente ¿Qué había más allá de su atractivo? la nada, un agujero profundo y oscuro hasta el final.

Amin se frotó la cara con fuerza, Gabriela era la materialización del interés.
Su decepción era de esperarse, no hallaba nada de especial en la chica, ninguna particularidad significante, o inteligente, lo único que percibía era una mente hueca y desorbitada.

Y vaya dictamen sobre su futura esposa.
Lo menos que podía hacer era tener un trato saludable, aparentaba ser fácil de manipular, entonces no sería muy complicado en ese sentido.
Aunque su voz tan quisquillosa ¡Era irritable! La podía observar hablar por horas y horas... Sus ojos se apagaban casi por sí solos.
Su lengua no dejaba de moverse, repetía lo mismo una y otra vez, como una grabadora, una maldita grabadora.

La cena finalmente terminó, Amin agradeció desde su interior a Alá.
Se despidió, se dirigió a la salida, tomó su teléfono y le marcó a Alaya.
Gabriela lo siguió para marcharse con otro de sus besos, se dio cuenta que estaba en una llamada, quería espiarlo así que se escondió tras una columna en el exterior del restaurante.

—Le dí bastante tiempo para pensar ¿Ha tomado una decisión?—preguntó con la esperanza de oír su cálida voz, lo necesitaba más de lo que podía admitir.

—¿Dónde firmo?—susurró somnolienta. Poco antes estaba teniendo un apacible sueño, antes de escuchar ese aborrecible timbre.

—Puede venir junto a su acompañante dentro de cinco días, en el hotel Hudson.—sonrió en cuanto la escuchó con la voz débil y adormecida, era tan tierna, ya se la podía imaginar.

—¿Qué? No, no, no—su tono se agravó de repente, Amin contrajo el rostro, ella aclaró la garganta y se lo pensó bien, Alaya y Monserrat no podían estar en un lugar al mismo tiempo, maldijo, él siempre le hacía las cosas más difíciles, pero podía mentir claro.—Ella no me acompañará, estará ocupada en estos días, iré sola.

Se resignó, se echó la mano en el bolsillo de su chaqueta y caminó por la acera con la mirada en el suelo.—Cómo quiera, le enviaré los demás datos después. Y... Pase buenas noches señorita Flores.—ella le colgó.

Miró el reloj, faltaban pocos minutos para media noche.
La luna se observa lejana, el cielo lucía extrañamente opaco, no se veía una estrella brillar.
La fuerte neblina traía consigo un tenso escalofrío y la noche se sentía vacía, y sola.
O tal vez solo era él.

.
Hotel Hudson
H&H

Gabriela estuvo desde tempranas horas esperándolos. Lo escuchó todo, se citaba con una mujer en ese hotel, la estaba engañando, estaba segura. La rabia ni siquiera la dejaba pensar. No lo permitiría, ninguna cazafortunas le quitaría a su príncipe, estaba allí para enfrentar a la maldita.

Jaden  {Bilogía El Príncipe de Dubái}Where stories live. Discover now