—Yo estoy loco por ti. Y con respecto a mi auto, lo dejé, a unas cuadras más abajo, no quería que me reconocieran —explica.—por cierto, ¿cuándo le diremos a tu familia? —desplaza su mirada mira por encima de su rostro, mirando la oscuridad de la sala de la casa de Adamaris.

—Entre más pronto sea, mejor —sentencía ésta sonriente.—pero el problema no es mi familia... bueno, un poco también —aclara pensando en la reacción de su hermano.— también esta la tuya, tu que los conoces, ¿cómo crees que tomaran que tu y yo estemos juntos? —le pregunta, temerosa por su respuesta pero pretendiendo curiosidad.

Alejandro lo pensó, pero por más que intentó apartar las acciones de su padre con la de su madre le fue imposible. Ambos son demasiado narcisista, frívolos, materialistas, extremadamente orgullozos y ambos tienen la imensa capacidad de comunicarse con solo una mirada lo que uno callaba, el otro lo gritaba con convicción; ambos demasiado tercos para admitir que estaban equivocados o para retarse entre ellos. Aunque su madre era un poco menos severa y mucho más recervada.

Pero muy seguramente no aprovarían su unión con la castaña, sobretodo cuando han manifestado abiertamente que prefieren que se pareja sea de su misma clase social. Este último pensamiento lo llevó a recordar las palabras de su madre aquella noche.

Habían ido a visitar a sus padres con Inéz y con su novio a la casa, y después habían terminado cenando más obligado por su madre quién saltó de emoción por tener a su prima en casa, incluso lo habían obligado a convivir con Nelsón. Pero justo cuando la cena estaba por terminar, Inéz alzó su voz y le preguntó sin

—Y dime primo, ¿ya encontraste aquella mujer de la que estás enamorado? —le pregunta. Tras su preguntan Lala se queda de piedra al escuchar las palabras de Inéz y observa preocupada al empresario.

Alejandro casi se ahoga con su jugo y mira a su prima sorprendido, Inéz lo observa con inocencia. Tanto Enriqueta como Alfredo automaticamente lo observó con severidad. Nelsón también estaba muy serio con su ceño lijeramente fruncido prestando mucha atención y Ricardo notoriamente incomodo.

—¿Qué estás diciendo? ¿estás saliendo con alguien, Alejandro? —cuestiona con voz impacible.

—¡Explicanos lo que dice Inéz! —ordena Alfredo, tenso mientras tiraba los cubiertos en el plato.

Alejandro no contesta de inmediato. Por algunos segundos cierra los ojos llenandose de paciencia y abriendolos gira su cabeza, cruzando mirada con su padre y después fijando la vista en su madre.

—Bueno ¿y qué pasó?, ¿por qué tanta tensión? Ni porque Alejo no tuviera derecho a enamorarse —comenta Inéz pretendiendo aparentar desinterés.

—¡Nosotros ya escogimos a alguien para él! —exclama Alfredo con voz potente y extremadamente agria dándole incluso un puño a la mesa. Ricardo suelta un suspiro imperceptible, aquellas palabras le revolvieron el estómago pero no era el único en la mesa.

El pecho de Alejandro se infló, subía y bajaba con signo evidente de ira. Miraba a sus padres con indignación, jamás esperó que sus padre fueran tan descarados para gritar a los cuatro vientos sus intenciones.

Sintiendose ofendido y traicionado, se levantó de golpe de su asiento ante todas las miradas.

—¡No te levantes! Esto aún no a terminado —habla Alfredo sin borrar la seriedad en su voz.

Por más que lo intentó, Alejandro no pudo evitar asesinar a su padre con la mirada.

—Jamás, escuchenme bien, ¡Jamás! Voy a permitir que ustedes intervengan en mi vida ¡Personal —recalcó cada palabra que su boca emitía y tiró la servilleta.—antes... antes, prefiero abandonarlo todo. Incluso a ustedes —señalo a Enriqueta y después a Alfredo.

Los Cambios En El AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora