Capítulo 44

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Si la felicidad se pudiera medirse ella podría saber cuan feliz se encontraba. Jamás se imaginó volver a experimentar aquel sentimiento pero allí estaba, latente, recordándole una vez más que sigue presente, que jamás se había extinguido y que volvía a ella con mayor fuerza. Porque era justo como se sentía aquella mañana. La mujer más feliz de la faz de la tierra.

Aún podía sentir la frescura de los labios de Alejandro, de hecho no pudo sacar de su mente su embriagadora fragancia, lo tenía tan presente que hasta en su sueños lo vio reflejada.

En camara lenta cada uno de las sensaciones e imagines que proyectaba su cerebro venian a ella. Los sonidos el flash del telefono, la sensación de besar su cachete y la suavidad de este, el modo en que sintió el cuerpo de Alejandro tenso, lo feliz que sintió aquella actitud, su propia risa y por último, el beso sorpresivo del empresario.

Ayer fue atrevida y no podía hecharle la culpa al alcohol. Definitivamente no lo era, más bien fue la comodidad y eso era lo que el empresario le había ofrecido, una gran comodidad.Se sintió tan comoda a su lado que las acciones llegaban a ella naturalmente y sin filtro.

Esa mañana despertó liviana y con mucha energia. Corrió acompañada de su hermano pero en silencio, pese a que Alan quería hablarle y a su vez, tratar de informarse de los acontecimientos de la cita Adamaris no cedió ni un poco. Sin embargo, apenas fue la hora del desayuno la curiosidad de Maria salió aflorar.

—Muy bueno y todo, pero yo si me muero de la curiosidad por saber como le fue a Adamaris ayer en su cita.

Adamaris puso los ojos en blanco y suspiró.

—Ay Maria, deja de ser quisquillosa oye, pero para tu información me fue muy bien, fuimos a comer a un restaurante super elegante—cuenta, suspira y se muerde los labios.

Maria chilló amocionada.

—¡Claro nena con semejante carro en que te vinieron a recoger! Solo falta conocer al galán, ¿cuándo va a venir a pedir tu mano?.

—Esa misma pregunta me la hago yo —habla Alan, mirando a su hermana despectivamente.

—Alan —menciona Adamaris sin inmutarse, después se gira hacia Maria. —mejor sigamos comiendo.

Maria iba hablar pero fue interrumpida por el timbre que sonó, Maricé se levantó y fue atender. Al regresar traía consigo un hermoso arreglo floral compuesto por cuatro hermosas rosas y una cajita de terciopelo. Maria chilló al verla.

—Pero mira que trajeron aquí —vocifera con ánimo y picardia.—un par de bellas rosas para la perla de esta casa —añade mientras le entrega las flores y la cajita. Su sobrina agarra lo que le entrega y huele las flores sonriendo al sentir su olor.

Adamaris sintió su pecho inflarse y quiso devilverle la sonrisa a su tía, pero se contuvo viendo de reojo la expresión contraida de su hermano.

—Que hermosas flores y esa cajita también, ¡abrela!, para ver que contiene.

—La voy abrir... pero no ahora, anda Alan vamos, llegaremos tarde al trabajo —mientras hablaba metió la cajita en el bolso y sonríe al escuchar la chasquido de Maria.

—Que mala eres —chilla Maria, indignada observando como su amiga se levantaba de la mesa. Ésta se apresura a terminar su plato. —bueno espérenme que voy con ustedes—añade también agilizando sus movimientos.

—¿Y eso? —le pregunta Alan extrañado.

—Si, voy a llevar una hoja de vida. Al parecer estan solicitando una secretaria.

—¿En donde?—le pregunta Adamaris.

—Allá en las empresas, ¿no lo sabían? —cuestiona. Éstos niegan. Alan se pone de pie pero aprovecha que Adamaris fue a la cocina para acabar con su plato.

Los Cambios En El AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora