Capítulo 52

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Adamaris toma aire lentamente y lo suelta.

—Una vez más, lo siento, pero no puedo ir con usted porque ni siquiera lo conozco. Así, que si es tan amable de dejarme pasar sería de mucha ayuda.

Ante sus palabras, el hombre volvió a sonreír.

—Me presento, mucho gusto, soy Jorge Luis Pinzón, pero debe venir conmigo. Vengo de parte del señor Álcala, por favor confíe en mí y sígame.

Ante la mención del empresario, dudó. Alejandro debe estar a cientos de kilómetros lejos de ella. Ni siquiera le había escrito esta mañana así que no tenia forma de saber si lo que el extraño le decía era cierto o no.

—¿Cómo sé que es verdad lo que me dice o solo una treta para engañarme y secuestrame?.

Jorge suelta un suspiro pero su sonrisa no desaparece.

—Porque sé que ustedes son novios.

Sabe que con esas simples palabras no puede creer tan fácil en una persona. Sin embargo, ahí esta ella, con un hombre extraño, yendo a un lugar desconocido. ¿Quién en su sano juicio se subiría al vehículo de un desconocido? Solo ella, seguramente.

—Oiga, ¿a dónde me lleva? ¿esto es cuernavaca? ¿vamos a cuernavaca o solo es una parada?.

El conductor la mira por el retrovisor.

—No estoy autorizado a dar esta información.

Esta chasque la lengua.

—¿Y así quieres que confíe en ti?.

Jorge no vuelve hablar y la castaña vuelve a su puesto, mirando nuevamente por la ventanilla. En ningún momento del trayecto se detienen y aunque el viaje es largo, Adamaris se entretiene observando el paisaje, a la gente e intenta hacerse una idea de donde se dirigen puesto que de lo único que esta segura es que están saliendo fuera de la ciudad. Seguramente algún pueblo cercano. Y es cuando, después de algún tiempo del recorrido se da cuenta que cruzaron la carretera que conduce a cuernavaca.

—¿Vamos a cuernavaca?.

Jorge la mira por el espejo retrovisor.

—Si señorita.

Despues de media hora, el auto reduce la velocidad, pero no se detiene continua. Adamaris rápidamente se pega a la ventanilla para poder apreciar el paisaje y así poder leer el gran letrero expuesto en aquella pared. En este, se lee <HACIENDA LA AMADA> en grande.

—Es una hacienda. La amada.

Al igual que entrar al previo, en un principio se divisa muchos árboles frondosos acompañando la entrada y zona verde. Adamaris no resistió el impulso de bajar la ventanilla para disfrutar de la brisa, y no se equivocó. La brisa entró para refrescar el ambiente y llenarlo de pureza. Adamaris disfrutó de aquella brisa, sonríe, maravillada con la vista.

Casi a medio camino se divisa una gran casona al estilo antiguo pero muy bien cuidada. Esta se alza en forma cuadrangular, con cada uno de sus bloques de tres plantas; dos de ellas, la primera y tercera olanta con balcón y en medio de esta un estupendo jardín lleno de diferentes flores que desde esa distancia no alcanzó a divizar.

Adamaris pensó que el auto se iba a detener. Sin embargo, este continuo su camino. Adentrándose aún más a la propiedad hasta que la casona deja de visualizarse y es cuando escucha el sonido de caballos relinchir, fascinada observa a un grupo de quince caballos correr justo hacia la dirección en que el vehículo se moviliza. No fue hasta que también los perdió de vista que volvió su mirada al frente.

Los Cambios En El AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora