Capítulo 2

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   Pasó una semana desde la mudanza a Moskiul

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   Pasó una semana desde la mudanza a Moskiul. Ery usó su día libre para conocer los alrededores y conseguir un par de tonterías: unas compras más, y el bolso que cargaba en bandolera le molestaría el hombro por el peso. Se alegró de no llevar el corsé y una de esas anacrónicas faldas con jaula que estaban poniéndose de moda en toda la región. Por suerte, en Moskiul aún predominaban las túnicas de manga larga con sobretodo o chal. Los hombres, en cambio, con sus levitas y pantalones angostos, vestían igual que en su ciudad.

   De paseo por la Plaza de las Cinco Fuentes, frente a la librería, se compró un bocadillo dulce y caminó hasta la iglesia local.

   En el atrio de la iglesia, se demoró junto a un grupo de vecinos que hablaban a los gritos: se los veía muy enfrascados en el asunto, acaso discutiendo.

   ―¿Qué me dicen de los truenos? ―decía una rubia de bucles enmarañados, quien no lograba esconder su propia inquietud―. Toda esta última semana no dejaron de oírse por la noche.

   ―Es verdad ―acotó un muchacho, que se adelantaba hacia el grupo―. Y no hay señales de tormenta.

   ―Últimamente ―dijo otro―, entro en casa y encuentro todo revuelto.

   ―Como si un huracán hubiera pasado por nuestra sala ―dijo la mujer, que lo tomó del brazo.

   ―¿Será por culpa de esos forasteros, esos exploradores con gafas que abundan por los rincones de la ciudad? ―El viejo que había hablado sacudió un periódico ante los caballeros reunidos―. Son inventores que buscan el modo de cruzar por el cielo ―dijo con tono despectivo―. Nadie puede alcanzar el cielo sin despertar la ira del Absoluto.

   ―La ciencia ha avanzado, viejo ―le espetó uno de los muchachos―. Entérese. ¿Para qué tiene ese periódico?

   ―Y dígame, entonces ―lo desafió el otro, inflando el pecho―: ¿cómo explica que los Ingenieros no consigan sentar las bases de un ferrocarril que se prolongue más allá de nuestras fronteras? Para cruzar a Valday debemos gastar nuestros ahorros en un coche decente o en una de aquellas apestosas diligencias.

   Ery se alejó del grupo y avanzó en el interior de la capilla. Admirando columnas y vitrales, los comentarios no dejaban de darle vueltas en la cabeza. Era verdad que en las últimas noches había oído unos truenos semejantes a rugidos en la lejanía, y nunca los vio precedidos por relámpagos. Muy extraño. ¿Cuál sería la causa de un milagro así? No creía que fuese por culpa de los viajeros mencionados por aquel viejo. Pero aun así se preguntó si viviría para ver el dominio del hombre sobre el aire.

   Un estruendo que venía de afuera hizo que las imágenes temblaran sobre sus pedestales. Los feligreses, algunos de rodillas y otros sentados en sus bancos, se llevaron las manos a la cabeza y se levantaron inmediatamente. Ery se sorprendió más por esa reacción que por la explosión invisible. El estallido se había oído lejano, pero un olor a combustión llenó el aire. Ella fue a asomarse entre las columnas del portal de la iglesia, seguida por los feligreses, y vio que el cielo se había oscurecido, y más de lo normal a esa hora.

Venganza y Despertar ||| Libro 1 de Sombras de CondenaciónWhere stories live. Discover now