Capítulo 70

66 27 8
                                    

   Thomas Lynx subió la escalera hasta el adarve y se asomó al otro lado de la muralla

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

   Thomas Lynx subió la escalera hasta el adarve y se asomó al otro lado de la muralla. Una línea de chispas rojas se acercaba desde el horizonte, la tierra vibraba por la fuerza de los miles de cascos que galopaban hacia la muralla norte de la ciudad.

   Buscó con la vista al teniente mayor del Ejército, y le ordenó:

   ―Cuando yo dispare dando la señal convenida, abran fuego desde las almenas a lo largo del muro. El objetivo de máxima es el jinete del sombrero, así que en principio concentren el fuego en ese demonio.

   El teniente asintió, y la orden se fue pasando de un puesto a otro.

   Lynx desconocía la naturaleza exacta del ejército del Cazador: los informes con que contaba no eran lo suficientemente completos como para tomar decisiones. La comunicación telegráfica tampoco había tenido buenos resultados. Una extraña energía interfería las ondas electromagnéticas. ¿Y los espejos-portales? Ninguna localidad en torno a Íbisklev contaba con el permiso del Centro para usarlos. El único que tenían Elven y él era clandestino, y les servían para sus cacerías en la región. Un dato proveniente del mutilado regidor de Nyet y de sus concejales era de utilidad: cuando describieron los cuerpos mutilados en las callejas, aquellos infelices mencionaron el nombre de las Legiones Infernales. En eso, las fuerzas convocadas por Elven tenían su paralelo.

   Los jinetes de las Legiones eran de temer, y ya sus siluetas se perfilaban nítidas en contraste con las lagunas de nieve sobre la extensión de tierra. No lo distinguía perfectamente, pero quien galopaba a la cabeza de las tres formaciones no podía ser otro que Exan Deil. ¿De dónde había sacado semejante cantidad de hombres?

   A un gesto suyo, el teniente le entregó los binoculares, y Tom pudo reconocer el pelo blanco bajo el sombrero de Exan, a la cabeza de la formación central. Él levantó el rifle que llevaba a la espalda y disparó al cielo. Los hombres apostados en las almenas, con las miras de sus armas apuntando a la primera fila de la caballería, descargaron sus fusiles.


   Anticipándose a la lluvia de proyectiles, Exan ordenó detenerse y alzar los escudos. Los tres comandantes, que lo seguían en segunda fila, repitieron la orden a sus respectivas legiones.

   Detrás de Botis y junto a Devnus, Alan vio que el nóckut alzaba el escudo y cruzaba la espada por delante. Una corriente de energía invisible los rodeó ―él la experimentó en el cuerpo―, a la vez que recibían los primeros proyectiles desde las almenas, seguramente cartuchos sellífugos.

   Cuando alcanzaban la barrera de energía que los protegían a Botis, Alan y Devnus, las balas se disolvían. A una nueva orden de Exan, los jinetes retomaron el avance hasta formar a cien pasos de la muralla, frente a la que se detuvieron.

   Exan era el único que no contaba con escudo, pero los proyectiles desaparecían a su alrededor formando una bruma que iban dispersando las frías ráfagas de viento que azotaban desde el este. Los fusileros de Lynx dejaron de desperdiciar municiones, conscientes de que su ataque no hacía mella en la caballería. Si el Lince no contaba con alguna carta escondida, no tardaría en rendirse.

Venganza y Despertar ||| Libro 1 de Sombras de CondenaciónWhere stories live. Discover now