Capítulo 66

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   Durante el registro de la pequeña bruja en el callejón, Thomas Lynx vio que Nuntis, después de buscar inútilmente en ella armas escondidas, empezaba a desabrocharle la camisa bajo el vestido

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   Durante el registro de la pequeña bruja en el callejón, Thomas Lynx vio que Nuntis, después de buscar inútilmente en ella armas escondidas, empezaba a desabrocharle la camisa bajo el vestido.

   ―Déjala, Nuntis, y despacha a nuestros sirvientes ―señaló a la multitud de vampiros-zombis―. En lugar de refocilarte con una mortal, registra sus morrales.

   Improvisó con el pañuelo un vendaje sobre la puñalada en el muslo. Comprobó que podía caminar, y alzando en brazos a la bruja se dispuso a cruzar aquellas dos cuadras que lo separaban del automóvil aparcado.

   Le echó un vistazo a su carga: seguía exánime. Y tuvo una ocurrencia siniestra. ¿Qué le sucedería a la bruja ―al fin de cuentas, una muchacha―, si él la despertase para que contemplara la carnicería que había dejado a su paso el eficaz Buscador? Cabezas, fragmentos de miembros cercenados, sangre pestilente por doquier. Thomas Lynx se dijo que aquello sería una buena venganza por lo de la puñalada artera.

   Trató de despertarla, pero solo logró que la bruja parpadeara sin llegar a abrir del todo los ojos.

   No bien llegaron al automóvil, la acomodó en el asiento trasero, y súbitamente recordó un bien muy preciado que, por derecho de conquista, ahora le pertenecía a él.

   ―Espérame aquí ―le ordenó al conductor, y se ajustó la máscara protectora que se le había aflojado―. Debo recuperar cierto elemento.

   "Cierta espada", se dijo, y sonrió al imaginarse el cuerpo del eficiente cachorrito de Exan Deil tendido en el callejón, a dos cuadras de allí: muy pronto, los cuervos y los perros callejeros no dejarían de él ni rastros.

   Cerró la puerta del automóvil, y recibió las riendas de un portentoso azabache que le acercó un efectivo, protegido igualmente con su correspondiente máscara.

   ―Encontramos a este y a otros dos más en las caballerizas cerca de la intendencia, señor.

   Thomas Lynx recordó que su amada también había conseguido otros dos ejemplares semejantes después de una visita a Valday, casualmente la misma noche en que ella había huido de Exan Deil.

   ―Hermoso botín ―dijo―. Serán un bello regalo para Elven. Y más aún si se trata de las monturas de esos dos estúpidos.

   ―¿Quiere subirse al automóvil, señor, o prefiere cabalgar junto a nosotros?

   ―Lo decidiré en el camino. Primero terminaré de reunir mi botín. Espérenme aquí.

   Thomas montó en el azabache, y se tragó el dolor que le produjo la herida en la pierna al rozar la silla. Azotó al caballo, y nada sucedió. Al principio, porque, con el segundo fustazo, el caballo se lanzó tan rápidamente al galope que Tom debió agarrarse de las crines para no caer. Y entonces recordó la multitud de cadáveres, aquel laberinto de restos ensangrentados que acababa de cruzar con la bruja a cuestas, y logró dominar al caballo, aunque, por el ímpetu que llevaba, debió tomar por una calle lateral.

Venganza y Despertar ||| Libro 1 de Sombras de CondenaciónWhere stories live. Discover now