Capítulo 21

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   Voryanda Rynfer vestía un simple traje ajustado que le facilitaba los movimientos

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   Voryanda Rynfer vestía un simple traje ajustado que le facilitaba los movimientos. Nada de ampulosos ropajes ni joyas. Sobre los hombros se echó una capa con caperuza que le cubría la cara hasta los ojos, ocultándole las orejas puntiagudas. Se había peinado la melena roja en una trenza que guardó en la capucha misma.

   Atardecía. Esperándola frente a la mansión de los Rynfer, Alan pensó en la noticia del deceso del gobernador de Moskiul, que había llegado a Valday y Zelania esa misma tarde. Invitado a la despedida del difunto, junto a Siminov, gobernador de Valday, en su papel del asesor Álex Morgan debió disculparse por su ausencia. Mintió que otras obligaciones ineludibles lo retenían en la ciudad vecina, en Zelania, por lo que no se encontraría ni con Siminov ni con miembro alguno de la gobernación. ¿Cómo iba a perderse de acompañar a Voryanda? Acaso la misión de reconocimiento en Valday se convertiría en un encuentro privado. ¿En un encuentro íntimo? Tal vez.

   Alan Valken suspiró al ver a la bella nóckut aparecer en el umbral de la mansión, su contorno esplendiendo bajo las primeras estrellas. La maravillosa visión de la cazadora, semejante a una amazona de los tiempos actuales, hizo que olvidara cualquier inquietud.

   ―Lo noto preocupado, señor Valken. ―Con una bonita sonrisa la perspicaz condesa lo distrajo de sus fantasías.

   Alan le ofreció un brazo y la condujo hasta el carruaje, frente a la mansión. Conduciría Devnus, el fiel Guardián de Exan Deil. Muy pocos eran expertos como aquel veterano en el manejo del par de corceles, negros como las sombras del Inframundo, uncidos al carruaje. Porque Iskatel y Khanter no eran simplemente dos azabaches idénticos hasta en el fuego de la mirada: por descender de cierto linaje sobrenatural, eran mucho más resistentes y veloces que dos potros cualesquiera.

   Devnus saludó a la condesa con una breve inclinación, y le dedicó un saludo militar a Valken. Alan y Voryanda se acomodaron dentro del carruaje, preparándose para la travesía: el viaje desde Zelania hasta Valday llevaría su tiempo, aun confiando en la bravura de aquellos potros del más allá.


   Apenas intercambiaban palabras durante el recorrido: Voryanda se había escudado en un silencio que Alan bien conocía, y él no apartó la mirada de los montes sombríos que se sucedían al otro lado de la ventana del carruaje.

   No podía sacarse de la cabeza sus últimos descubrimientos en torno a los nóckuts. Las rápidas investigaciones que había profundizado una vez más entre los pocos escritos que se conservaban en Valday le sirvieron para traer al presente un detalle casi olvidado por el tiempo. Recordando las primeras charlas con Exan Deil referentes a la raza de su compañera de armas, rescató unos cuantos datos que ahora surgían relevantes. Pero, dadas las circunstancias, Alan prefirió relegar el tema de los poderes de la sangre nóckut para otra ocasión.


   Después de atravesar los campos entre plantaciones de tulipanes, el camino principal llevaba directo al centro de Valday. Las amplias plazoletas desbordantes de jazmines y el muro de la vieja recova eran una visión distinta a la de los cipreses y el adoquinado añil de Zelania. A esas horas prácticamente nadie paseaba por las calles, ningún carruaje o coche surcaba el rojizo y brillante adoquinado, siempre protegido por aquella bruma.

Venganza y Despertar ||| Libro 1 de Sombras de CondenaciónWhere stories live. Discover now