Capítulo 32

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   Al otro lado de la muralla vieron a la gente, que corría por las calles esquivando los pocos fresnos en pie

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   Al otro lado de la muralla vieron a la gente, que corría por las calles esquivando los pocos fresnos en pie. Y todo, la calle, los fresnos y ellos mismos, estaban cubiertos por la lluvia de ceniza.

   Ery recordó la desesperación de los vecinos de Moskiul apenas iniciado aquel maldito diluvio: ahora, igual que aquella vez, ninguna autoridad se hacía presente para ordenar una evacuación. Los habitantes de Belas Siren corrían para refugiarse donde creían ver el sitio más protegido. El sitio más protegido, solo en apariencia. Porque la amenaza del azote infernal no hacía distinción entre las casas y las calles.

   Asqueada por los gases que ahora flotaban en el aire, Ery seguía al grupo encabezado por Alan. Según instrucciones, iban hacia la iglesia local de Belas Siren, a poca distancia de la escuela. Ella iba junto a Twini, compartiendo las dos el paraguas.

   ―No pienso refugiarme en las catacumbas de una iglesia por segunda vez ―dijo Ery.

   Twini le echó una mirada incrédula, pero ella no dio explicaciones: contar su experiencia en Moskiul no era lo más conveniente en semejante situación.

   El grupo se detuvo bajo el pórtico de la parroquia, separado de la calle por una galería de columnas. Alan se acercó a Ery, y Arixia fue detrás pisándole los talones.

   ―Ery ―le dijo él―, debes esperar aquí. ―Y aclaró, al ver la expresión de Arixia―: Son órdenes de Exan. Espérame aquí, Ery, mientras acompaño a los demás a la delegación de Guardianes. Allí hay un espejo-portal.

   Ella se preguntó por qué no podía huir junto a su tutora, pero sabía que de nada le serviría cuestionar una orden de Exan Deil. Decidida a obedecer sin replicar, sintió en el hombro el maternal apretón de Arixia.

   ―Estaré bien ―dijo Ery―. Nos veremos pronto. Además, merezco saber el porqué de todo lo que acaba de suceder en la Escuela de Belas Siren.

   ―Y lo que viene sucediendo ―dijo Arixia, sin ocultar su preocupación―. Cuídate.

   Con un abrazo y una sonrisa, Ery despidió a Zíkmar, Twini y los otros estudiantes: no había tiempo para nada más.

   ―En cuanto a ustedes ―les dijo a los eximios bardos mientras el grupo se alejaba―, ahórrenle al mundo lo que ya saben.

   Animada por su propia broma y refugiada bajo el techo de la entrada a la iglesia, Ery vio cómo Arixia y los chicos guiados por Alan desaparecían por una calleja lateral.


   La lluvia de chispas se iba intensificando, y Exan, ya afuera del depósito subterráneo, podía oír otra vez los gritos de la ciudad.

    Las bolsas que había visto hacía minutos en el escondite bajo tierra rebosaban de arena roja, tal como le había adelantado Alan. Mantener abierta aquella entrada era un riesgo muy grande considerando la intensidad creciente del diluvio, aunque los sellos protectores eran bastante eficaces. Lo mejor sería quemar todo allí abajo y cruzar los dedos para que el castillo de la escuela no colapsara.

Venganza y Despertar ||| Libro 1 de Sombras de CondenaciónWhere stories live. Discover now