Capítulo 3

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   Cuando el diluvio de fuego había comenzado a azotar los alrededores de la Plaza de las Cinco Fuentes, Remi estaba en la casa de su abuelo, de visita

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   Cuando el diluvio de fuego había comenzado a azotar los alrededores de la Plaza de las Cinco Fuentes, Remi estaba en la casa de su abuelo, de visita. El pobre viejo, recostado en un sillón gastadísimo, no había parado de toser en toda la mañana, y el panorama no se proyectaba alentador.

   El cielo se había ennegrecido, y Remi vio por la ventana chispazos de luz que volaban hacia la plaza, contrastando con esa oscuridad. ¿Qué demonios era aquello? Seguro que desde La Cueva del Uróboros el espectáculo debía de verse mejor.

   ―Ni se te ocurra sacar la nariz afuera, Remi ―le advirtió su madre.

   Remi se apartó de la ventana.

   ―¿Cuándo volverá papá?

   ―Los Guardianes no eligen cuándo volver, Remi. Solo obedecen.

   Él torció la boca: él también obedecía al viejo Derkin en la librería, y lo hacía con gusto. Pero la familia estaba primero. ¿Por qué su papá no pasaba un tiempo con ellos también? Ser Guardián parecía un castigo.

   El abuelo cerró los ojos. La suave respiración le indicó a Remi que sería una siesta calma. Volvió junto a su madre, y la encontró rezando y sin apartar los ojos de la tormenta de fuego que enmarcaba la ventana.

 Volvió junto a su madre, y la encontró rezando y sin apartar los ojos de la tormenta de fuego que enmarcaba la ventana

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   Melquíades Derkin descansaba lejos del castigo de fuego. Al resguardo en su finca, relacionaba la vuelta de aquel Cazador con el diluvio maldito.

   ¿Ery estaría a salvo?

   "Quizá no tenga de qué preocuparme ―se dijo―. El cottage en donde vive perteneció a Alestia Vorsch, y seguramente estará custodiado por algún sello protector, algún sortilegio".

   Sacó un libro del anaquel más cercano de su biblioteca: Brujas. Leyendas y testimonios. A la luz de la lámpara de petróleo, apartó los relojes de arena amontonados en una mesita, y se hundió en su sillón favorito. Pero sucedió de nuevo: desde la última excursión al sur de Berisia, en la zona oriental, el recuerdo de aquella oscura pareja que medraba en la región lo abrumaba cada vez que se disponía al descanso. Debió aprender a reemplazar horas de sueño por horas de lectura. En resumidas cuentas, leía el doble que de costumbre. Devoraba cuanto libro sobre entidades no terrenales cayera en sus manos.

   Hacía ya unas cuantas semanas que se vivía diferente en Moskiul. Y, desde su última excursión en Berisia, Derkin tenía de qué ocuparse: Alestia era exigente cuando confiaba una misión, y por eso él debió tratar con esa extraña pareja. De todas maneras, Alestia desconocía el trato entre él y aquellos dos. Mejor así: no convenía en absoluto que supiera de tal trato.

   "Pero debo cuidarme ―pensó Derkin―, porque estos nuevos 'aliados' no dudarán en reclamar una deuda con sangre".

   Sacó otro libro del anaquel, una historia natural de los vampiros.

   Meneó la cabeza, y volvió el libro a su lugar: aquello no era un mero cuento para obligar a los niños a comportarse.

   Meneó la cabeza, y volvió el libro a su lugar: aquello no era un mero cuento para obligar a los niños a comportarse

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Venganza y Despertar ||| Libro 1 de Sombras de CondenaciónWhere stories live. Discover now