Capítulo 58

76 29 30
                                    

   Alan cabeceó y abrió los ojos

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

   Alan cabeceó y abrió los ojos. La noche daba paso al alba, y las estrellas morían con los lentos resplandores en el horizonte oriental. Estiró los brazos para desentumecerse. Al menos el árbol contra el que se había recostado le había permitido dormitar unas horas mientras Exan se ocupaba de la guardia.

   En realidad, el Cazador era el único que se hacía cargo de esa vigilancia, y, por las preguntas que Ery le había hecho a Valken, era evidente: la chica ya estaba atando cabos acerca de los poderes de Exan Deil, que excedían todo límite. Fue cuando esperaban a los dos Guardianes de regreso de Moskiul. Valken debió ingeniárselas para responder con evasivas a los cuestionamientos de Ery:

   ―¿Por qué Exan Deil no comparte las comidas con nosotros?

   ―¿Por qué Exan Deil nunca descansa?

   ―¿Por qué Exan Deil nos habla de un pasado remotísimo como si lo hubiera vivido en persona?

   A menos que el Cazador lo autorizase, Alan estaba obligado a callar.

   ―Ya te enterarás ―había respondido invariablemente con la misma idea―. Después de todo, eres su protegida.

   A un metro de Valken, Ery se movió debajo del manto que la protegía del frío nocturno. Se había acomodado entre las raíces de un roble milenario, y unos metros más allá descansaban los tres azabaches. Él miró alrededor, en busca de Exan. Ni señales. Se incorporó y fue hasta donde dormía Ery.

   La joven nóckut debía de estar luchando entre sueños: los gestos crispados y la cabeza que giraba a un lado y a otro le indicaron a Alan que los fantasmas del bosque debían de estar persiguiéndola. Le palpó la frente.

   El rumor de los arbustos que los protegían le anunció el regreso del Cazador.

   ―Exan, tu bella durmiente está hirviendo. ¿Es normal esta temperatura en una nóckut?

   Deil puso una rodilla en tierra, y estudió a la chica. Se incorporó, fue hasta Strakh, y sacó de una alforja un par de guantes negros que se calzó al volver junto a Ery. Alan conocía aquellos guantes bordados con runas: eran el medio para no sufrir las consecuencias de tocar el talismán nóckut.

   ―Supongo que lleva el talismán debajo de la camisa ―murmuró Valken.

   ―Le ordené que lo llevara siempre ―dijo Exan, desprendiendo los primeros botones de la camisa de Ery, y Alan Valken se sintió ruborizar:

   ―Qué haces, Exan. Detente.

   ―¿Con pruritos de monje me vienes ahora?

   Bajo los dedos del Cazador apareció el talismán, el jaspe negro brilló con las primeras luces de la mañana. Pero había algo diferente: el relicario que albergaba la cruz estaba vacío.

   ―Un nuevo prodigio de Ery Nebresko ―dijo Deil―, y totalmente inesperado: la sangre de lord Rynfer transmigró a ella.

   ―¿Su organismo la resistirá, con todo el poder que conlleva esa sangre nóckut?

Venganza y Despertar ||| Libro 1 de Sombras de CondenaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora