Capítulo 50

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   ―¿Es esto lo que tanto querías, Álec? ―Con manos temblorosas, y a la luz de la lámpara de gas que apenas los iluminaba a él y a su compañero de armas, Thomas Krívek terminó de cargar en la pistola los Déleo-D, y se secó el sudor de la frente―

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   ―¿Es esto lo que tanto querías, Álec? ―Con manos temblorosas, y a la luz de la lámpara de gas que apenas los iluminaba a él y a su compañero de armas, Thomas Krívek terminó de cargar en la pistola los Déleo-D, y se secó el sudor de la frente―. Dices que descubriste un druden metido nada menos que en el pañol de una delegación de Guardianes, quién lo diría. Y mira estos pocos cartuchos que nos quedan.

   ―Ni la seguridad de sus propios agentes es prioritaria para esta sede en Moskiul ―susurró Álec Romaniev.

   Ya armados, los dos se pegaron contra la pared del corredor que llevaba al pañol de suministros: debían cuidarse las espaldas, porque era posible que el pequeño demonio contara con algún apoyo. Thomas palpó las antiparras que llevaba al cuello, y verificó que Álec también portaba las suyas: cuando entraran al pañol, sumido en la completa oscuridad, podrían detectar las emanaciones de energía maligna que partían del druden, ya estuviera solo o acompañado. Thomas se las calzó, y lo mismo hizo su camarada. Nada distinguieron al mirar hacia el comienzo del corredor.

   En la penumbra, advirtió la sonrisa de su amigo, y le dijo:

   ―Por fin algo de acción, ¿verdad, Álec? Y un druden es una presa de valor.

   ―Cinco años entrenando, y ahora nos llegó el momento de usar nuestras armas contra un objetivo real.

   ―Yo también esperaba usarla algún día. ―Sopesó la pistola, la boca del cañón dirigida a la seguridad del piso―. Aunque no creo que esto sea algo para celebrar, Álec. Esto nos demuestra que en Moskiul no hay ningún Buscador autorizado para colocar sellos y barreras protectoras. ¿Cómo pudo el druden entrar, si no?

   El ruido de un objeto contundente golpeando contra las baldosas de laja del pañol, al final del pasillo, los llevó a apuntar sus pistolas hacia la puerta que daba entrada a aquel depósito.

   ―Debe de estar dejando todo hecho un desastre ―murmuró Thomas.

   ―Vamos, Tomy. Creo que se trata solo de las cajas.

   ―Cajas con nuestras provisiones y tu bendito licor.

   ―Si no fuese por ese bendito licor, nunca habría descubierto yo a ese bicho dentro del depósito.

   ―¿No deberíamos avisarle al capitán? Seguramente nos traerá de refuerzo al resto de Guardianes de la delegación.

   Álec soltó una risa exagerada.

   ―¿Bromeas, Tomy? Están durmiendo, tú y yo somos los únicos despiertos en este edificio.

   ―Olvidas al Guardián de la recepción.

   ―¿Cuál es la diferencia? ―Álec sonrió, ansioso en su temeridad―. Vamos, Tomy, sigamos adelante.

   ―Seremos nosotros quienes debamos ordenar todo eso, tenlo por seguro.

Venganza y Despertar ||| Libro 1 de Sombras de CondenaciónWhere stories live. Discover now