Capítulo 46

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   Se vivía una gran agitación en el patio de armas del Centro de Ribinska

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   Se vivía una gran agitación en el patio de armas del Centro de Ribinska. Kalev Aarón estaba de guardia cuando sonó la sirena: se aproximaba una nueva tormenta de nieve. Los Guardianes que lo acompañaban y demás personal del Centro corrieron a los torreones que daban al norte, y poco después Kalev los vio estudiar el horizonte a través de los catalejos instalados en las almenas.

   ―¡Aseguren puertas y ventanas! ―ordenaban capitanes y tenientes a medida que el patio se vaciaba de aprendices.

   ―¡El viento arrancó mi catalejo! ―chilló un Guardián, viendo cómo el instrumento se estrellaba contra los adoquines.

   El cielo era una pátina blanca y gris de amenaza. En cuanto vieron los primeros relámpagos sobre la cordillera norte, los estudiantes que todavía entrenaban en el campo corrieron a la fortaleza. El piso de piedra del patio, cubierto de aguanieve, se convirtió en barro en cuanto cientos de botas cruzaron la entrada bajo la verja levadiza de la fortaleza.

   En uno de los caminos de ronda, Kalev advirtió una figura encapuchada que estaba inclinándose sobre el muro del patio. Era una mujer, y miraba hacia el grupo de estudiantes. El viento le apartó la capucha y reveló una melena verde... que además estaba enmarañada de trenzas.

   "Varinia ―dijo para sí Kalev―. ¿Qué haces allí?".

   ―¡Rápido, todos adentro! ―les gritó Varinia a los chicos―. Sus capitanes no querrán trabajar con monigotes de hielo.

   Las risas de los chicos que todavía quedaban en el patio llenaron el aire, entre los truenos que retumbaban en la lejanía. Varinia corrió hacia el torreón y desapareció dentro.

   Kalev consultó su cronómetro de pulsera: era momento de buscar a su relevo para la guardia con el teniente. Con todo aquel movimiento de aprendices en las salas y los corredores de la torre principal, su supervisor no notaría su ausencia, y cuando lo hiciera ya tendría junto a él a un nuevo aprendiz.

   Entró en el vestíbulo y subió las escaleras de piedra, cuidando que el fusil que llevaba en bandolera sobre la espalda no se le enganchara con algún distraído compañero. Pero fue él quien debió pedir disculpas al tropezar, y nada menos que con Varinia.

   ―Kalev, ¿a qué se debe el apuro?

   Los grandes ojos rubí de Varinia y aquella sonrisa traviesa lo obligaron a demorar la respuesta que debería haber dado cinco segundos atrás.

   ―Déjame pasar, Varinia. Busco a mi relevo para la guardia. ¿Has visto a Róspik?

   ―Creo haberlo visto entrando en los barracones de ustedes. ―Varinia se inclinó y le acercó la boca al oído―: Te espero en el primer subsuelo, Kal, ya sabes dónde escondo la llave. Trae a Gásper. No deben verlos.

   Varinia bajó las escaleras, y Kalev siguió escalones arriba, preguntándose qué planeaba esta vez aquella inquieta.

   En el camino, se detuvo para mirar por las ventanas que lo flanqueaban: la tormenta de nieve aproximándose era un espectáculo imperdible. Aseguró los postigos con la barra de bronce, y marchó hasta el pabellón de los aprendices de Cazadores.

Venganza y Despertar ||| Libro 1 de Sombras de CondenaciónWhere stories live. Discover now