Capítulo 36

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   Cerca de medianoche, todos dormían en el castillo

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   Cerca de medianoche, todos dormían en el castillo. Menos él, el Cazador, que se había vuelto más reflexivo hacia asuntos del pasado. Y todo había comenzado desde la aparición de Ery.

   Ahora hojeaba el Libro rojo de los no-muertos frente a las llamas de la chimenea: en sus manos tenía el conocimiento necesario para crear y revivir vampiros y demás criaturas de la Noche. Por un instante se vio tentado de quemar ese grimorio, esa fuente de conocimiento codiciado por aquella vampira. Destruir el objeto de discordia era la solución más tentadora.

   Pero lo reconsideró. Conocer y dominar el poder de crear vampiros podría ser el camino para evitar el nacimiento de esas criaturas de la Noche. Su experiencia pasada con la Plaga Roja le servía para aferrarse a aquella esperanza. Y a esto debía sumar el poder nóckut que ahora revitalizaba el cuerpo de Ery: su protegida se estaba convirtiendo en un arma contra los vampiros. Un arma implacable, y también única en todo el sentido de la palabra: ya no podía contarse con la condesa Rynfer, obviamente, y el Cazador esperaba que Ery sobrepasara el poder de la condesa; en cuanto a los nóckuts que habían sobrevivido a la ira popular, tenían adormecidos sus poderes. ¿Ery sí podría vencer a aquella Elven, la maldita vampira de manto carmesí? ¿Aceptaría entrenar con él? De todos modos, su decisión al respecto era de incumbencia secundaria.

   Exan Deil había meditado cada detalle que vio y escuchó sobre el problema que debían resolver. A fin de cuentas, el maestro del disfraz se había comportado con él como un aliado: de no haberle entregado el grimorio al escolta de la arpía con aquella recomendación, ahora el Libro rojo estaría en poder de la vampira. Y Elven ya se hubiera abocado en resucitar a los antiguos maestros de la Hermandad de Sangre. Un interrogante le quedaba al Cazador: ¿por qué aquel extraño había suscitado justamente en Ery una mitad nóckut, sabiendo que le esperaban terribles consecuencias?

   Y, si lo hizo acaso siguiendo órdenes, ¿quién le había mandado cometer semejante aberración?

   Al este, más allá de la cordillera berisiana, los demonios estaban siendo controlados por un cuerpo de nóckuts de extramuros que, aunque no despiertos del todo, contaban con poderes suficientes. Pero los vampiros siempre se habían mostrado más astutos: evitaban esas confrontaciones directas, y preferían vivir entre los mortales, a quienes seducían y sometían.

   Thomas Lynx y su amante, pongamos por caso, quienes habían vuelto a las andadas.

   Y Deil sospechaba que disponían de un asistente: aquel maestro del disfraz, que incluso firmaba sus apariciones como "Tom". Casualmente, el sobrenombre de Thomas Lynx, el ex Cazador a quien él mismo había apresado. El relapso inmundo que había traicionado a sus congéneres revolcándose nada menos que con una vampira.

   Pero... ¿por qué el travestido firmaba con el nombre de Tom, y además indicando siempre que provenía de Moskiul? Haberle escamoteado el Libro rojo a Elven ―tal vez, nada menos que su ama― era todo un testimonio de amor por el género humano. Lo cual indicaba que el falso Tom sería en realidad un doble agente. De ser así, firmar como Tom significaba que estaba dejando indicios a propósito.

   "Quiere que lo encuentre ―se dijo Exan Deil―. Y de ser así, debe de tratarse de alguien a nuestro alcance, alguien de nuestro propio entorno. Pero, siguiendo la ilación, ¿por qué tanto misterio? ¿No podría, sencillamente, venir a nosotros y darse a conocer?".

   ―Tal vez no puede hacerlo ―se respondió Exan en voz alta, y la intensidad de su respiración avivó los tizones del hogar y agitó las cenizas.

   En verdad, era la conclusión lógica: seguramente una amenaza pendía sobre la cabeza del agente doble. Una amenaza de muerte.

   Y una segunda posibilidad se proyectó en el cerebro del Cazador: en el peor de los casos, aquel hombre guardaba una lealtad inquebrantable hacia otra persona.

   Pero... ¿quién?

   Cerró el grimorio y lo dejó sobre la mesa de arrimo. Miró furibundo los leños que ardían en el hogar, ese infierno en escala reducida. En el pasado se había dejado vencer por una compasión imperdonable. ¿Por qué demonios había accedido al último ruego de Tom, antes de despacharlo con los brujos ermitaños responsables de su castigo? Una estaca de jaspe negro en el corazón de Elven la había mantenido con "vida", en un sueño de sufrimiento eterno. Tendría que haberle cortado la cabeza sin dudarlo. De alguna manera, la vampira había logrado volver al mundo de los vivos.

   Exan Deil se juró que jamás prestaría oídos a las súplicas de ningún otro enamoradizo bobalicón: el vínculo entre dos seres traía consecuencias muy desagradables; lo había visto en demasiadas ocasiones, y entorpecían su trabajo.

   "El amor es una ilusión ―se dijo―. Una quimera necesaria que ayuda a las almas débiles a perpetuar su imbecilidad".

   Sabía de la maldición que perseguía a todo nóckut que se enamorase de un humano. Pero la raza humana parecía desconocer el peligro que encerraba entregar su alma a un vampiro. Thomas sabía de las consecuencias a largo plazo, y sin embargo había protegido su amor hacia Elven hasta el extremo de traicionar a sus compañeros Cazadores. Y lo peor de todo era que Exan llegó a confiar en que el castigo que sufrieron Lynx y la vampira había resuelto la cuestión para siempre.

   Exan Deil ya lo había decidido. Alan Valken y Ery Nebresko, sus actuales compañeros de armas, debían saber la verdad acerca del pasado compartido por el Cazador y Thomas Lynx. A partir de ahora, entrenaría a Ery como su nueva arma para atacar el mayor punto débil de Tom: el amor por la vampira que había escapado del sueño eterno.

 A partir de ahora, entrenaría a Ery como su nueva arma para atacar el mayor punto débil de Tom: el amor por la vampira que había escapado del sueño eterno

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Venganza y Despertar ||| Libro 1 de Sombras de CondenaciónWhere stories live. Discover now