Capítulo 6

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   El gobernador Konstantín Siminov miró por la ventana hacia las calles tortuosas y los arcos de piedra que rodeaban la plaza central de Valday: su amada ciudad dormía

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   El gobernador Konstantín Siminov miró por la ventana hacia las calles tortuosas y los arcos de piedra que rodeaban la plaza central de Valday: su amada ciudad dormía. Las solitarias farolas de gas, con que mandó a reemplazar las tradicionales de polvo de luz, proyectaban su sombra en el rojizo adoquinado, y ya la bruma se levantaba desde el este, desde el Gran Río. Siminov se dijo, satisfecho, que los de la aliada Moskiul nunca habían disfrutado ese fenómeno: la bruma siempre elegía a Valday para enredarse en sus pináculos y cúpulas.

   Los asuntos de Estado lo habían requerido más que de costumbre. De hecho, nunca les dedicó tanta atención. Pero últimamente debía trabajar con mayor empeño, y los largos debates con sus asesores y ministros le drenaban la energía.

   La tarde ya se había vuelto noche. En el corredor del primer piso de la Casa de Gobierno se encontró con su asesor preferido. El veinteañero Álex Morgan prometía mucho en la arena política.

   La luz lunar perfilaba el rostro del muchacho, que miraba sin ver a través de la ventana. Por su expresión contemplativa, Siminov se permitió recordar las monedas antiguas de su humilde colección, aquellas que retrataban a nobles y príncipes.

   ―¿Cansado, señor Siminov? ―dijo Morgan volviéndose hacia él, y sus ojos azules brillaron a la luz nocturna.

   Siminov parpadeó.

   ―Creo que es usted ―dijo― quien debería tomarse un descanso. ―Caminaron juntos por el largo pasillo, y pronto el gobernador retomó la palabra―: Entiendo su preocupación en materia de seguridad, Morgan. No se ofenda si le digo que tiene una visión un tanto... pesimista.

   ―¿Pesimista? ―Morgan sonrió―. Después de todo lo que se debatió en estas últimas semanas, solo le puedo manifestar que no seré yo una de las víctimas de lo que viene acechando desde la oscuridad. Y no me refiero a pesadillas de niños.

   ―No niego los comunicados de los ministerios de nuestras ciudades confederadas, pero... ―Bajaron la escalera central y se detuvieron ante la gigantesca puerta de doble hoja―. ¿Acaso no confía en la seguridad de que disponemos? No confía en los Guardianes.

   ―Ese no es el problema, gobernador. ―Álex Morgan negaba con la cabeza―. Estos asuntos deben tratarse a la luz del día. Es mejor que descanse hasta mañana.

   Cruzaron el umbral y salieron a la calle, donde los tragó la neblina nocturna de aquellas horas. A Álex lo incomodaba el hecho de que Siminov se negara a disponer del cuerpo de custodia permanente de la gobernación.

   "Y todo por ahorrarle unas pocas monedas al erario", se dijo ya calle abajo, después de despedirse.

   Como de costumbre, cuando Siminov tenía prevista una larga jornada, su cochero debía aguardarlo en el pescante del carruaje personal, en el callejón de siempre. Antes de ponerse en marcha hacia el carruaje, el gobernador miró en dirección a la calle por donde se alejaba su asesor.

Venganza y Despertar ||| Libro 1 de Sombras de CondenaciónWhere stories live. Discover now