Capítulo 20

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   La invitación a conocer la Escuela de las Luces, en Belas Siren, había sido una grata sorpresa para Arixia

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   La invitación a conocer la Escuela de las Luces, en Belas Siren, había sido una grata sorpresa para Arixia. Pensó en Ery, a quien dejó en el taller: ya estaría terminando de empacar los polvos de luz y las cajas con materiales que las dos llevarían a la escuela.

   Arixia se paseó de un lado a otro frente al hogar, llevando en la mano la carta de la rectora de la escuela.

   ―¿Qué es lo que la preocupa, señora Arixia? ―dijo Nymer, el atento secretario de Exan Deil.

   Ella se mordió una uña.

   ―La rectora de la Escuela de las Luces es nueva. Al parecer cambiaron la administración educativa para que dependa de la Iglesia.

   ―Eso no debería ser motivo de preocupación ―observó Nymer―, a menos que el señor Deil tenga asuntos que atender allí: jamás el Cazador se llevó muy bien que digamos con las autoridades eclesiásticas.

   Arixia sonrió ante el comentario. Guardó la carta y fue a ver a Ery.

   ―Está todo listo ―dijo sonriente su aprendiza―. ¿Pero no sería más fácil trasladar todo esto a través de un espejo-portal?

   ―No, Ery. Según la invitación, la escuela no tiene espejos habilitados como portales. Pero no te desanimes: el viaje en carruaje hacia Belas Siren es rápido, gracias a los caminos que unen las ciudades de la región, y ver los bosques dorados que cruzaremos es una experiencia única.

   ―¿Viaje en carruaje? ¿Es que no disponen de un coche? Uno como aquel que nos llevó a Exan y a mí a Moskiul. Ya que todavía no contamos con un ferrocarril terminado...

   ―Te encantarán los caballos mecánicos creados por los estudiantes de esa escuela, Ery.

   ―Caballos mecánicos ―dijo Ery, con los ojos brillantes.

   ―No te decepcionarán ―aseguró Arixia. Ery asintió y se dejó caer en un taburete―. ¿Por qué no descansas? Mientras, terminaré de cerrar unas cuentas.

   El contenido de la invitación le daba vueltas en la cabeza. Una vez sola, Arixia sacó de un armario un cuaderno, y pasó con rapidez las páginas. Buscó entre sus conocidos: listas de proveedores, compradores de la región, especialistas en la fabricación de luces.

   ―La inminente visita a Belas Siren será muy provechosa ―dijo en voz alta, y colocó un marcador dentro del cuaderno, en la sección del sur de Berisia: después de todo, codearse con un especialista en pólvora y explosivos no era algo de todos los días.

   Antes de retomar las labores del taller, redactaría una nota para que Nymer la hiciera llegar a Devnus, el Guardián que estaba ocupándose de una investigación a pedido de Exan Deil. El asunto de aquel arsenal clandestino en Moskiul, con armas procedentes del sur de Berisia, seguía abierto.

   Cuando se enteró del asesinato del gobernador, Melquíades Derkin maldijo a todos los demonios y criaturas de la Noche

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   Cuando se enteró del asesinato del gobernador, Melquíades Derkin maldijo a todos los demonios y criaturas de la Noche. ¿Con qué otro mandatario podría negociar ahora los recursos para montar un laboratorio de estudio de esos malditos monstruos?

   Recostado en el sillón, en la seguridad de su hogar, recordó la última y malhadada visita que había hecho a la casa de Gobierno, solo para obtener un terminante rechazo: el ahora difunto gobernador le argumentó que no contaba con fondos suficientes.

   Eso era mentira. Derkin conocía los rumores: gente del sur de Berisia le vendía a Moskiul armas de última generación.

   "Armas en lugar de libros", se dijo.

   Él, como librero, priorizaba el estudio. Y tal vez el futuro gobernador le haría caso: si se ignoraban las causas del mal, de poco servirían las armas.

   Sea como fuere, Melquíades se sentía en parte responsable de la reciente muerte: ¿quiénes más que sus aliados podrían haber sido los asesinos? Recordaba las conversaciones con la viuda, una experta en rituales espiritistas. En las últimas reuniones, ella le había revelado que dormía muy mal debido a una presencia tenebrosa que rondaba la casa de la gobernación.

   "Acaso una presencia vampírica", se dijo Derkin pensando en aquella extraña pareja de aliados.

   El silencio lo inquietó. Se levantó del sillón, y fue hasta la cocina a preparar el samovar. Un buen té, eso era lo que necesitaba.

   ―Con qué pequeñas cosas los mortales logramos evadirnos.

   ―Con qué pequeñas cosas los mortales logramos evadirnos

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Venganza y Despertar ||| Libro 1 de Sombras de CondenaciónWhere stories live. Discover now