Capítulo 73

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   La sorprendente eficiencia con que Ery empuñaba la guadaña alegraba a Botis

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   La sorprendente eficiencia con que Ery empuñaba la guadaña alegraba a Botis. Rodaban las cabezas de los vampiros, y las vísceras salpicaban la tierra y el vestido níveo de la doncella guerrera. No había duda de que el talismán propiciaba la acción de la muchacha, guiando sus manos con mortífera precisión.

   Botis vio que un druden de medio metro y pelo rojizo salía corriendo del bosque y se lanzaba hacia Ery. Botis levantó su espada, y la hoja de jaspe negro cortó al medio al druden en pleno salto hacia Ery. La carne y los pelos del demonio se deshicieron en polvo escarlata, y el viento lo dispersó en el aire. Con un gesto, la nóckut le agradeció el salvataje a Botis, y ayudada por el único bridei que los acompañaba terminó de liquidar a un marcado renacido y armado con un fusil de runas sangrientas.

   El esfuerzo le recordó a Botis la herida del costado, y debió apoyarse sobre la espada clavada en tierra. Quedaban menos enemigos, y en una extraña pausa de la pelea Ery se acercó a él y lo miró a los ojos. Botis creyó reconocer una chispa del verde esmeralda de los Rynfer en los dilatados ojos de la nóckut.

   ―Ery ―dijo, en un murmullo al que ella reaccionó, a pesar de que los rodeaban los gritos de guerra de los Jinetes Infernales y los gruñidos de demonios y vampiros en la proximidad de la muralla―. Ery, ¿puedes oírme?

   Ery lo miraba con una serenidad que atemorizó a Botis. No le sonreía, y los ojos veían más allá de él. ¿Qué clase de infierno se había desatado dentro de Ery Nebresko?

   Pronto tuvieron ante ellos al último puñado de vampiros. Botis admiró la resistencia de Ery, quien no acusaba ni el más mínimo atisbo de cansancio. Cuando disparó al corazón del último vampiro que la muchacha acababa de decapitar con la guadaña, advirtió que el resto de los enemigos huía hacia Nyet, donde se encontrarían con los jinetes que él había apostado allí por orden de Exan.

   ¡Horror! Aliados y enemigos corrían por el campo envueltos en llamas. El fuego brotaba entre los árboles, y la porción del bosque más cercana a Botis ardería enseguida. No había dudas de que se había desatado el poder destructivo de Exan Deil.

   ―Ery, vete. Escapa del fuego. ―Rodilla en tierra, Botis se revisó la herida. Era inútil intentar algo, si ya no contaba con el elixir curativo.

   Junto a él, Ery cayó exhausta: la portadora del talismán nóckut había agotado la energía de su despertar, y ahora yacía sobre la tierra, las cenizas y la sangre de los enemigos.

   A Botis no le quedaban fuerzas para alejar del fuego a la muchacha, y el bridei había desaparecido. Se desprendió la capa, y cubrió con ese manto berisiano a Ery, en un intento protector. Cayó junto a ella, exánime, y alcanzó a estrecharle la mano.

   Cerró los ojos y se concentró en Buer y Gusoin: sus hermanos estaban a salvo, al menos podría irse con aquel consuelo. A través de los párpados cerrados percibió una claridad rojiza: debía de ser el tan deseado amanecer. O acaso era el fuego que los había rodeado.

Venganza y Despertar ||| Libro 1 de Sombras de CondenaciónWhere stories live. Discover now