Capítulo 34: confesión

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CAMERON

No dormí demasiado bien por la noche.

Leah no se presentó en la playa y no respondió a los mensajes de ninguno. Decidí ir a su casa para ver si se encontraba bien pero no había nadie, ni siquiera su abuela. La llamé y escuché su móvil en la habitación desde la ventana. Cualquiera que me hubiese visto en ese momento pensaría que quería entrar a robar.

Así que no era de extrañar que cuando esa mañana la vimos aparecer todos estuviéramos sorprendidos. Se veía nerviosa porque jugueteaba mucho con sus dedos y al instante me enfadé pensando que Alex habría hecho otra de las suyas. Me acerqué a ella.

—Vale, dame su número yo me encargo.

Leah me miró extrañada.

—¿Qué? No, no ha pasado nada con él.

Ahora era yo quien tenía el ceño fruncido.

—Tengo algo que contaros.

¿De qué cojones iba aquello? Miré al grupo que poco a poco iba llegando a donde nos encontramos. Leah se sentó en la arena y el resto la imitamos. ¿Tan gordo era como para que tuviéramos que estar sentados?

—Mira si estás embarazada de Cameron dilo ya, nosotros os ayudaremos con el bebé —bromeó Evans.

Por muy raro que pudiera parecer yo sabía que algo no iba bien. Lo veía en los ojos de Leah, en cómo evitaba nuestras miradas, sobretodo la mía. En la forma nerviosa con la que se tocaba los dedos.

—Vuelvo a Londres —soltó de pronto.

Ni siquiera la bomba de Hiroshima hizo tanto daño. La sonrisa burlesca de Evans había desaparecido, Maddy y Hannah parecían dos putas hojas de papel y Oliver se rascó la cabeza intentando asimilarlo. ¿Y yo? Yo me olvidé de como coño se respiraba.

—¿Cuándo? —logró preguntar Maddy.

—La semana que viene, el martes.

Otra bomba más. En ese momento me levanté porque necesitaba moverme para coger aire o me iba a asfixiar. Era consciente de que Leah no se quedaría para siempre en Australia por mucho que yo desease que así fuera. Pero en siete días... me quedaban solo siete días a su lado. No es que se fuera en tres semanas o un mes donde más o menos podría mentalizarme, no. Una semana.

Me giré para volver a mirar al grupo y clavé mis ojos en los de Leah. Necesitaba saberlo, necesitaba saber si él tenía algo que ver.

—¿Por qué? —pregunté mucho más serio de lo que pretendía. Aunque en ese instante ¿quién podía culparme?

Leah no soportó más mi mirada y la desvió.

—Me han ofrecido mi puesto de nuevo en el conservatorio para hacer las pruebas y conseguir el título de bailarina. Es lo que siempre he querido.

Bueno por lo menos no era por el maldito Alexander, aunque ahora estaría más cerca de él y más lejos de mí. Joder, no soportaba el simple hecho de imaginarlo.

—Entonces tienes todo nuestro apoyo, Leah —confesó Oliver.

Mierda, por supuesto que lo tenía. Quería que bailara porque me encantaba como le brillaban los ojos al hacerlo, pero no me gustaba que fuera en la otra punta del planeta.

—Te echaremos de menos, pero vamos a aprovechar estos días al máximo para hacer que sean inolvidables —sentenció Hannah, muy convencida de su plan.

—Creo que deberíamos dejarlos solos un rato.

Evans les indicó al grupo que se pusieran en pie y se marcharon hacia las casas del vecindario.

—¿Puedes decir algo, por favor? —suplicó Leah con los ojos vidriosos a escasos centímetros de mí.

No podía mirarla porque detestaba verla llorar. Si no había dicho nada era porque no sabía que cojones decir.

—No me ilusiona la idea, ¿te sirve?

—Cam... no lo hagas más difícil de lo que ya es.

Me pasé una mano por el pelo, estaba muy muy frustrado. Pero tenía razón, yo podía perderla a ella pero Leah además perdía a los chicos también. No podía ser tan injusto.

—No quiero que te vayas —confesé.

—Lo sé, ojalá las cosas fueran distintas.

—¿De verdad tienes que irte? ¿No hay otra opción?

Leah cerró los ojos y negó con la cabeza. A lo mejor ella no se dio cuenta, pero aquel simple gesto se sintió como si me apuñalaran en el corazón. Reduje un poco el espacio que nos separaba, eso de "el que te ha hecho daño es el único que puede darte consuelo" era demasiado real.

—Leah... —supliqué con lágrimas arremolinándose en mis ojos.

—Lo siento —sollozó antes de ocultar la cara en mi pecho y agarrar mi camiseta con fuerza—. Lo siento mucho Cameron.

La abracé con la misma energía que ella empleaba. Puede que incluso yo me pasara un poco. Pero me dio igual, porque en ese momento la tenía entre mis brazos y en siete días eso dejaría de ser así.

—Lo que dijo Oliver es verdad. Tienes todo nuestro apoyo.

Yo mismo me esforcé porque Leah volviera a bailar. Quería que fuera feliz y sabía que de esa manera lo conseguiría. ¿Estaba siendo egoísta por querer que permaneciera a mi lado? Por supuesto pero no podía evitarlo. Estaba enamorado de ella.

—Prométeme que volverás —pedí.

Aquello parecía una maldita despedida cuando aún teníamos una semana para eso. Posó sus manos en mis hombros y se separó un poco para poder mirarme. Las pupilas de Leah titilaron sobre las mías.

—Te lo juro, tienes mi palabra.

Y sabía que lo decía de verdad, podía leer esa promesa implícita en sus ojos. Agaché la cabeza lo suficiente como para que mis labios rozaran los suyos. Ese beso el más agridulce de mi vida y no porque contuviera lágrimas. Deslicé mis dedos con sumo cuidado por sus mejillas, borrando cualquier rastro de tristeza que pudiera sobrevivir a mi caricia.

—Cambia esa cara, vamos a disfrutar de lo que nos queda.

Y aunque yo no me sentía de esa manera, me tragué toda la pena. Ya la vomitaría por la noche, a solas en mi cuarto. Leah se iba y yo pensaba aprovechar cada puto segundo. No me separaría de ella hasta que la gente nos considerara siameses.

—Te quiero mucho, Cam —susurró.

—Yo te quiero más.

Entrelacé nuestros dedos y tiré de ella para sacarla de la playa. Empezaba a parecer que uno de los dos se iba a morir y no podía soportarlo mucho más. Leah se soltó bruscamente de mi mano y rodeó mi cadera con su brazo. Pasé el mío por sus hombros y caminamos de esa forma hasta la casa de Oliver.

Me concentré en su cuerpo pegado al mío y en la manera en la que su pelo acariciaba mi brazo. Tendría tiempo para llorar y lamentarme después, una vez ella se hubiese ido. Pero eso todavía no había ocurrido, y era lo más importante de todo.

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Our Last Sunset [✓]Where stories live. Discover now