Capítulo 19: ¿es una cita?

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Mis vacaciones de navidad acababan de empezar. Por fin era libre y podría tirarme todo el día en la playa con los chicos. Estaba cogiendo mi tabla cuando mi abuelita me llamó.

—¿Podrías pasarte por el supermercado al volver y traer harina y huevos?

—Claro.

Ese día me había despertado más tarde que de costumbre, como había terminado justo los exámenes lo que más me apetecía era dormir, así que eso hice. Llegué a la playa para ver a los chicos coger unas olas buenísimas, y en vez de meterme yo también, me senté en la orilla.

Muchas veces me gustaba simplemente observarles, ver qué clase de movimientos realizaban, qué olas cogían y cuales no. Disfrutaba y aprendía con ello. Pero, en ese preciso momento, lo que estaba era disfrutando de unas bonitas vistas.

Y no, no era el inmenso mar azul, sino un Cameron en bañador. Mis pupilas le seguían allí a donde él se dirigía, captaban todos y cada uno de sus movimientos. No entendía demasiado de surf aún, pero sí lo suficiente como para saber qué a Cam se le daba mejor que bien.

—¿Qué tal has dormido, Leah? Estarás cansada —dijo Maddy irónica.

Se dejó caer a mi lado, apoyó los codos en la arena y se inclinó hacia atrás para tomar el sol.

—Estoy genial, ¡por fin de vacaciones! Quiero hacer tantas cosas estos días...

—¿Cómo qué? —se interesó.

La conversación podía ir para largo, así que decidí ponerme cómoda e imité su postura.

—Pues quiero ver mejor la cuidad, la librería Victoria, AC/DC Lane... ah, ¡y también quiero intentar ver pingüinos en el muelle de St. Kilda!

Maddy soltó unas suaves carcajadas.

—¿Vas a tener tiempo para todo? Parece que aún te dejas cosas en el tintero.

¿Cómo lo sabía? La verdad es que aún no había nombrado la mitad de cosas de mi lista. Porque sí, ayer al acabar mi último examen escribí una lista con cosas que quería ver o hacer. En total tenía veinticuatro.

—Sí, solo tengo que organizarme. Y tengo un máster en eso, así que no habrá problema.

Un flash back de Kendall burlándose de mi agenda hizo acto de presencia en mi mente. En Londres era totalmente distinta a cómo era aquí. Allí cuando no estaba bailando estaba siempre estudiando o leyendo. Y si las chicas podían quedar, íbamos de comprar o a spas. Quería a mis amigas, pero al conocer a los chicos me había dado cuenta de lo que era divertirse de verdad, desmelenarse y hacer lo que tú quieres por una vez en la vida. Y me gustaba aquello, me gustaba Australia. Cientos de gotas empezaron a caer sobre mi, obligándome a abrir los ojos.

—¡Oye!

Oliver se reía y peinaba mientras yo me incorporaba. Se había sacudido como un perro encima de mí y había interrumpido mi intento de ponerme morena. Al sentarme y mirar al frente vi a Cameron sentado en la tabla, de espaldas a nosotros. ¿Qué estaría haciendo? Decidí qué hora buena hora para darme un baño y entablar conversación con él de una manera disimulada.

Nadé hasta donde se encontraba y apoyé mis manos en la punta de la tabla, justo enfrente de él. Al notar mi presencia, desvió sus ojos azules del horizonte y los clavó en los míos. ¿Cómo podía revolucionarme el corazón de esa manera con tan solo mirarme? ¿Y por qué sus iris eran bonitos? Sonrió y sentí que me iba a ahogar si no me agarraba más fuerte a la tabla. ¿Por qué me ponía tan nerviosa con él?

—Hola, Leah.

—Hola —murmuré—. ¿Qué haces?

Se pasó una mano por el pelo rubio que ahora lucía más oscuro y estaba ondulado. Era guapísimo en general.

Our Last Sunset [✓]Where stories live. Discover now