Capítulo 13: primera clase

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Habían pasado ya cuatro días desde aquella fiesta, unos días en los que me había dedicado a ayudar a mi abuela y a perder el tiempo mirando el trofeo que ganamos Cameron y yo. Era una pequeña figura de cristal, de unos veinte  centímetros de alto con una ola rompiendo sobre la que saltaba un delfín. Si te fijabas bien dentro de la ola podías ver pequeños pececillos y dos tortugas nadando cerca del cetáceo. La estatua fue cortesía de la protectora de animales marinos como agradecimiento por el dinero que recaudaban todos los años, así que me emocionó recibirlo. Como el premio era solo uno y nosotros éramos dos, Cam insistió repetidas veces que me lo quedara yo, así tendría un buen recuerdo de mi estancia en Australia. Así que ahí le tenía, encima de la cómoda de mi cuarto, limpiándola todos los días para que no cogiera ni una sola mota de polvo.

—¿No habías quedado con los chicos a las seis? Vas a llegar tarde —me avisó mi abuela desde el umbral de la puerta. Vio lo que estaba haciendo y sonrió—. Desde luego es el más bonito que han dado en mucho tiempo, qué bien que te lo llevaras tú, Cameron es un buen chico.

—Sí.

Me dio un beso y me dejó sola de nuevo en el cuarto porque había quedado con una vecina para hacer ganchillo. La vida de mi abuelita jubilada era más activa aún que antes de dejar de trabajar. Yo de mayor quería ser como ella. Me enfundé el bikini y salí corriendo hacia la playa mientras me hacía una coleta. Estos días a penas me preocupaba del móvil. Lo dejaba todo el día en la cama y lo cogía antes de dormir para hablar con mis amigas y mis padres, pero nada más. Cuando llegué a la playa estaban todos a punto de meterse en el agua.

—Hombre Leah, si has aparecido —bromeó Evans.

Le saqué la lengua y me deshice de mis vaqueros y de la camiseta que tiré sobre la arena con bastante poco cuidado. Corrí hacia la orilla y me zambullí sin pensarlo justo cuando una ola rompía. Cualquier persona de Londres que me viera en ese momento pensaría que había perdido el juicio. "La tan cuadriculada y organizada Leah siendo un desastre" que les den. Cuando emergí a la superficie nadé hasta donde estaban Maddy y Hannah. Sentadas sobre sus tablas hablaban de una serie que estaban viendo.

—Tú deberías verla también, Leah. Podemos quedar las tres y hacer un maratón.

—Claro, cuando queráis —dije. Aunque había algo más importante que quería preguntarles—. Oye, ¿vosotras me enseñaríais a hacer surf?

Sí, por fin había decidido dejar Londres en Londres, a casi diecisiete mil kilómetros de aquí. Porque ahora estaba en Melbourne y quería disfrutar a tope de mi tiempo allí. Me lo pasaba muy bien subiéndome a las tablas con los chicos, pero también quería aprender a hacerlo por mi cuenta. Las dos chicas se miraron entre ellas.

—Si de verdad quieres aprender, te recomiendo que hables con el especialista en esto —me contestó Hannah con la mirada clavada en alguien que estaba detrás mío. Me giré y vi a Cameron preparándose para coger una ola.

—Es el mejor de los cinco —confirmó Maddy la respuesta de su amiga.

Vaya, pues al parecer iba a tener que hacerlo. Me quedé con ellas mientras esperaba disimuladamente a que Cam se cansara de surfear, pero no lo hacía. Me pilló mirándolo varias veces así que al final me hizo un gesto con la cabeza para que me acercara. Nadé hasta él y apoyé los brazos sobre su tabla.

—¿Quieres subir?

No era a lo que había venido pero acepté. Ya que estaba, no iba a desaprovechar semejante oportunidad. Me agarré a él en cuanto cogió la ola y disfruté de las vistas. Hasta que decidí hacer la pregunta.

—¿Me darías clases de surf?

Me miró con los ojos muy abiertos, estaba más que sorprendido. De pronto, la tabla empezó a tambalearse y nos fuimos los dos al agua. Salí algo preocupada, ¿habría hecho mal al preguntar?

Our Last Sunset [✓]Where stories live. Discover now