Capítulo 10: diversión

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CAMERON

Cogí a Leah de la muñeca y corrí hasta la orilla. Miré a la nieta de Kimberly, la veía algo nerviosa así que dejé la tabla flotar en el agua y la cargué sobre mi hombro.

—¿Pero qué haces? —gritó asustada.

Yo me adentré en el mar hasta que el agua me cubría por el pecho y la solté. A los pocos segundos salió a la superficie mientras se retiraba el pelo de la cara y me recordó al anuncio este de la colonia. Como estaba distraído, no me di cuenta de que estaba más cerca de mí de lo que pensaba y me hizo una ahogadilla.

—¿Sabes, Leah? — empezó Oliver—. Te acabas de ganar todo mi respeto, bienvenida al grupo.

Observé la cara de sorpresa de Leah, no debía esperarse que la consideraran una amiga tan rápido, pero nosotros éramos así. Por como brillaban sus ojos supe ese pequeño comentario la había hecho feliz.

—¿Sabes surfear, Leah? —preguntó Hannah. Ella negó con la cabeza—. Entonces mira, te vamos a hacer una demostración.

Todos nos subimos a nuestras tablas y nadamos mar adentro, preparados para hacer lo que más nos gustaba. Después de tres o cuatro olas me acerqué para preguntarla si quería probar. Miró la tabla con miedo.

—¿Yo sola? —dijo.

—Lo suyo sería que aprendieras primero en la arena, pero puedes probar a ponerte de pie si quieres.

Frunció el ceño, sopesando si sería una buena opción.

—Vamos Leah, inténtalo. No puedes irte sin hacerlo —la animó Maddy.

—Como me abra la cabeza me pienso asegurar de que Courtney vaya a por ti —me amenazó antes de poner ambas manos sobre la tabla.

Yo no pude aguantar las carcajadas, el solo hecho de imaginarme la situación era desternillante. Sujeté la tabla para que Leah se pudiera poner de pie más fácilmente, y no sé ni cómo, lo hizo casi sin problemas. Me giré hacia mis amigos, estaban más sorprendidos que yo.

—¿De donde has sacado ese equilibrio? —preguntó Evans estupefacto.

—Solía entrenar bastante a menudo sobre el mítico balón de estabilidad.

—¿Hacías eso para ballet? —mi pregunta la puso nerviosa, perdió el equilibrio y se cayó al agua. ¿Tan malo había acabado eso para ella? Tan sólo había mencionado la palabra.

Todos le preguntamos si estaba bien, y después de unos diez minutos de charla conseguimos convencerla de que se subiera a la tabla conmigo mientras yo surfeaba. Había una ola buenísima y nadé hacía ella para cogerla.

—¿Confías en mí? —la pregunte.

—Desgraciadamente, sí.

Una sonrisa enorme iluminó mi cara, ¡había dicho que confiaba en mí! Me puse en posición y cogí la ola sin problemas. Me puse en pie y giré la cabeza para observar a Leah, le tendí una mano para ayudarla a levantarse y en un abrir y cerrar de ojos la tenía abrazada a mi torso.

—Esto ha sido una mala idea —confesó.

—Pero qué dices, abre los ojos anda.

Debió hacerme caso porque unos momentos después murmuró un "wow". Escuchaba a los chicos gritar y aplaudir desde donde estaban y les hice el mítico gesto de los surfistas con la mano. La ola perdió su fuerza y con ello se fue la magia del momento. Leah se asustó al ver que íbamos más despacio que antes, tiró de mí y caímos los dos juntos al agua. Cuando salimos, la nieta de Kimberly se estaba riendo como no la había visto hacerlo nunca, y ese sonido se me quedó grabado en el corazón.

Our Last Sunset [✓]Where stories live. Discover now