Capítulo 11: nervios

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Era la mañana del esperado sábado, y parecía que todo el barrio se había puesto de acuerdo para no madrugar. Yo hice deberes que tenía pendientes y ayudé a mi abuela a preparar las galletas para la tarde. Hicimos seis bandejas y por fin descubrí el ingrediente secreto de la receta. Fue una mañana muy productiva y me ayudó a relajarme y no pensar en lo que me tocaría hacer más tarde. Después de comer, Hannah y Maddy llamaron al timbre, habíamos quedado para arreglarnos juntas. Ellas lo iban a hacer, y quisieron que yo también participara.

—Adelante, pasad —las invité.

Ayer me lo pasé increíblemente bien. Fue como si estuviera en una serie de adolescentes. Lo que más me gustó sin duda, a parte de conocer a toda esa gente maravillosa, fue el hacer surf con Cameron. No me extrañaba que ellos estuvieran todo el rato en el mar. Sentías el viento acariciarte y todo se veía desde otra perspectiva que me dejó sin palabras. Fue magnífico. Desde luego no descartaba para nada la idea de aprender aquel deporte.

—¿Qué ideas tienes? Maddy se pondrá unos vaqueros cortos y yo una falda —dijo Hannah al sentarse en el borde de la cama.

La verdad es que no había pensado en nada en específico. Algo cómodo y bonito, pensaba tirar con eso. Las chicas se dieron cuenta de que no había planeado nada y me pidieron permiso para buscar entre mi ropa. Yo me senté a esperar a que terminaran con su labor de búsqueda. La verdad es que para mí la ropa era lo de menos, estaba súper nerviosa por si la cagaba en el escenario.

—¿Qué hay de esta blusa? Es muy bonita.

Maddy levantó una camisa verde que me regaló mi madre por mi cumpleaños el año pasado. Negué con la cabeza, no me terminaba de convencer para la ocasión. Miramos varios conjuntos distintos hasta que Hannah sacó un vestido rojo con flores blancas. ¿Cómo no caí antes en él?

—Me quedo con ese —señalé la prenda que colgaba de la mano de mi nueva amiga.

—Póntelo con las converse, no hacerlo sería pecado —dijo Maddy muy seria.

Tenía toda la razón. Miré mis zapatillas de bota blancas, casi pedían a gritos que me las pusiera con el vestido. Nos sentamos las tres en la cama y, hablando, me entró el gusanillo de la duda.

—Vosotras no sabréis qué hay de premio este año ¿verdad?

Maddy y Hannah se miraron entre ellas antes de estallar en carcajadas.

—Qué va, cielo. Lo llevan con tanto secretismo que parecen espías rusos —comentó Maddy.

—Todo el vecindario se entera en el mismo momento de la entrega.

Pues vaya. Las sorpresas me gustaban hasta un cierto punto, siempre llegaba un momento en el que se me hacía insoportable aguantar la intriga y necesitaba ver de qué se trataba. Esperé que no me pasara esta vez, debía aprender a controlarme más en ese aspecto. A las seis ya estábamos todos en el descampado, que había quedado precioso. Los vecinos bebían y charlaban animadamente, los niños corrían de un lado a otro mientras gritaban. Tan sólo fui capaz de distinguir al hermano de Cameron entre ellos.

—¿Algo de beber, señoritas?

Jimmy nos condujo hasta una mesa en la que tenían absolutamente de todo.

—Yo quiero un vaso de agua, por favor.

Los tres me miraron con caras raras.

Our Last Sunset [✓]Where stories live. Discover now