Capítulo 26: año nuevo, vida nueva

839 39 0
                                    

Abrí los ojos por culpa de la luz que colaba en mi cuarto a través de la ventana. Desorientada, giré y miré la hora en el despertador de la mesilla. Todavía no eran las nueve y media. Salí de la cama de un salto, ¡era treinta y uno de diciembre! No podía estar más ilusionada.

Los chicos y yo habíamos hecho planes prometedores para hoy, y además mi abuelita y yo cenaríamos con ellos en la casa de Maddy. Al parecer todos los años se reunían, y cuando nos invitaron a mí y a mi abu nos hizo muchísima ilusión. Ella solía ir a casas de amigas suyas del bingo, pero este año dijo que quería cambiar y que tenía ganas de ir. Yo sabía que eso era verdad, pero había una vocecita en mi cabeza que me decía que, en parte, era también por mí.

—Buenos días cielo, te veo muy contenta.

Mi abu se llevó una taza humeante de té a los labios y yo empecé a prepararme el desayuno.

—Por supuesto, ¡es Nochevieja! Aún no me creo que lo vaya a pasar aquí, quién lo diría.

Los ojos de mi abuela se ensombrecieron un poco. Era consciente de que se debía a que estaba recordando cómo era pasar el fin de año en mi casa, en Londres. Mis padres sin hablarse siquiera (ya que si lo hacían llevarían la conversación a sus trabajos y ambos se enfadarían), y yo ahí sentada muerta de ganas de encerrarme en mi cuarto a ver Netflix. Sí, desde luego un final de año memorable y divertidísimo.

Durante toda la mañana la playa estuvo hasta arriba de gente. De gente con gorros de papá Noel. Hasta mi abuela. Era tremendamente raro para mí, que siempre pasaba esas fechas con capas y capas de ropa, viendo cómo nevaba a veces. Aquí la gente celebraba el día tomando el sol. Supongo que nunca me acostumbraría.

Por la tarde todo el mundo estaba en su casa, demasiado ocupado ultimando los preparativos y eligiendo su modelito especial. Mi abuela y yo hicimos galletas y un estofado de verduras riquísimo. Vamos, por lo menos a mí me encantaba. Cuando la comida estuvo lista entré a mi cuarto para vestirme y maquillarme.

Observé mi reflejo en el espejo y me sorprendí al ver a la chica morena, con pecas y el pelo tres tonos más claros. Esa chica era yo. Me acerqué más al espejo y sonreí, me gustaba lo que veía, cómo brillaban mis ojos. Me di máscara de pestañas, delineador y un pintalabios rojo. El pelo me lo dejé suelto, se me habían formado unas ondas definidas y quería lucirlas. Llegamos a casa de Maddy un pelín atrasadas, ya que nos entretuvimos asegurándonos de que la comida estaba bien envuelta.

—Bienvenidas, pasad —una de las madres de mi amiga nos abrió la puerta con una sonrisa radiante—. La gente está en jardín, pero os acompaño a la cocina a dejar eso.

Una vez dejamos en buen sitio el estofado, mi abuela me sonrió antes de tenderme la bandeja con las galletas.

—Será mejor que las llevemos fuera, o sino entrarán a por ellas —bromeó.

Yo asentí y las cogí con ambas manos. Conocía de sobra el camino al jardín trasero, así que salí de la cocina y atravesé el salón. ¿Estarían ya todos allí? ¿Se habrían arreglado Maddy y Hannah más que yo? Esperaba que no, después iríamos a la fiesta que había organizada en la playa y no creo que quisieran tener que cambiarse de ropa.

Al pisar el césped abrí los ojos como platos. Había varias mesas que ocupaban la mayor parte del jardín. La gente hablaba animadamente de pie, y un niño pasó corriendo por mi lado, tan cerca que casi me tira la bandeja. Era el hermano de Cameron. Qué raro. Empezaba a pensar que era hiperactivo. Debió reconocerme porque volvió sobre sus pasos y me observó con esos grandes ojos azules, igualitos que los de su hermano.

Our Last Sunset [✓]Where stories live. Discover now