Capítulo 28: ¡son bebés tortuga!

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Estaba soñando con unos suaves toquecitos en algo que sonaba como vidrio. Me recordaba a cuando en Londres las ramas de algunos árboles chocaban contra las ventanas por culpa del viento. Una llamada interrumpió mi sueño. Soñolienta me giré hacia la mesilla y agarré el móvil. Ni siquiera miré quién era, no podía ni abrir los ojos.

—¿Qué? —Me llevé el teléfono a la oreja para escuchar a la otra persona.

—Menuda manera más poco cariñosa de saludarme, pequeña.

Abrí los ojos y me senté de golpe en la cama al escuchar la voz de Cameron. Inconscientemente me peiné un poco el pelo con los dedos, aunque sabía de sobra que no podía verme.

—Estás preciosa.

—¿Qué dices Cam? ¿Has tomado algo? —pregunté muy extrañada.

¿Seguía soñando? Seguro que sí, esto no tenía ni pies ni cabeza. Una risilla sonó al otro lado de la línea, un sonido que me encantaba.

—¿Por qué no miras a la ventana anda?

Hice lo que me dijo y me quedé petrificada al verlo ahí de pie, con el móvil en la oreja. Dejé que el teléfono cayera en el colchón y me levanté de un salto. Abrí la ventana aún sin creerme que estuviese allí.

—¿Qué estás haciendo?

—Después te lo explico, vamos que nos lo acabaremos perdiendo.

Se hizo a un lado y me apremió para que saliera. Sin saber qué hacer decidí hacerle caso. Tomé su mano y salí por la ventana. Empezamos a correr hacia la playa, yo en pijama y descalza. Hace cuatro meses me dicen que estaría haciendo esto y me echaría a reír en su cara. La arena se hundió bajo mis pies y una agradable sensación me invadió. Me encantaba la playa.

—Mira, ¿lo ves?

Cameron señaló a un punto a unos dos metros donde la arena se mezclaba con unos árboles y arbustos. A pesar de la carrera yo aún no me había terminado de espabilar así que me costaba ver nada. Pero de pronto, noté como la arena se movía y debajo de ella se veía una cosa blanquecina. Parecía un huevo.

Me giré de inmediato hacia Cam que me observaba sonriente.

—¡¿Son tortugas?!

Él asintió varias veces con la cabeza y yo súper emocionada me lance a sus brazos. ¡Eran tortugas naciendo! El milagro de la vida y yo tenía la oportunidad de verlo. En ese momento me di cuenta de que quería que más gente obtuviese también ese privilegio.

—¡Tengo que avisar a mi abuela!

—De acuerdo, yo sé lo diré a los chicos. Nos vemos aquí en cinco minutos como máximo.

Esta vez fui yo la que asintió con la cabeza, y después los dos salimos disparados en direcciones opuestas. A pesar de ir descalza corrí como nunca en mi vida. Salté para poder agarrarme al alféizar de mi ventana y me colé en mi cuarto. Aunque como era algo torpe me caí y rodeé antes de ponerme en pie. Nada de eso importaba ahora. Entré en la habitación de mi abuela y encendí la luz de manera brusca.

—¡Abuela! ¡Despierta, abuela!

La meneé de los hombros hasta que abrió los ojos sobresaltada. Vaya, quizá debería haber tenido más cuidado, no quería que le diese un infarto. Mi abu se sentó en la cama con la preocupación brillando en su viejo rostro.

Our Last Sunset [✓]Where stories live. Discover now