Capítulo VII

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Estábamos paradas en un semáforo en rojo, Zulema tenía la cabeza apoyada en el respaldo del asiento y las dos manos en el volante. Mi mochila estaba en mi regazo y debajo estaban mis manos.
Desde que subimos al auto, ninguna de las dos ha dicho algo.

Acelerando el coche, ella no desvió ni un minuto su mirada del trayecto. Suspirando bajo, me encogí un poco en el asiento de cuero con frío.
De pronto, me doy cuenta de que la profesora me esta observando, y veo como estira su brazo derecho en dirección a los asientos de atrás en busca de algo. Giro mi cara para mirar por la ventana y siento que una tela cálida me cubre, era una gran chaqueta que, por cierto, tenía el perfume de Zulema. El olor era débil, pero estaba allí.

—Gracias, profesora—digo en voz baja, no tenía ninguna obligación de llevarme a casa, y mucho menos darme su chaqueta.

—De nada—murmuró en un tono bajo mientras pasaba su dedo índice por la parte inferior de su labio.
Sacudí mi cabeza levemente, sonriendo mientras miraba por la ventana, pero no tardé mucho en volver a mirarla.

—Siento haber ocasionado que se mojara—dije en voz baja, sintiéndome culpable.

—Helena, estás más mojada que yo—habló seriamente.

Asentí, haciendo que el silencio volviera a dominar el entorno. La radio del auto estaba en volumen muy bajo, pero aún así pude escuchar el sonido de una canción clásica, El Nocturno op. 9 no.2 de Chopin. Quería decirle que tenía buen gusto, pero permanecí en silencio mirando por donde pasábamos. La tapicería de su auto era de cuero, en sí el auto parecía bastante caro debido a la tecnología que este presentaba.

—Es por aquí—le digo al ver mi casa al otro lado de la calle, las luces estaban apagadas.

La profesora Zahir detuvo el auto y liberó sus manos del volante y las colocó sobre su regazo. Respirando profundamente, la mujer dejó caer su mirada sobre mí.

—No me tienes que llamar profesora, no estamos dentro de la escuela.

Si quitara la mochila de mi regazo vería lo rasguñadas que estan ambas manos. Era una costumbre hacer eso cuando estaba nerviosa.

—Profesora Zahir...—después de estar unos segundos en silencio dentro del auto, decidí hablar.

Ella asintió con la cabeza, indicando que siguiera hablando. Dando una leve mordida a mi labio, levanté mi cabeza para mirarla.

Incluso intentar mirarla me resultaba todo un desafío.
Cuando te hablaba o te miraba, solo a ti te prestaba atención, es como si se olvidara de todo alrededor suyo.

—¿No quisiera entrar y secarse? Me sentiría mal si se fuera a casa después de darme un aventón—susurré mirando mi mochila.

—No, no creo enfermarme con una simple lluvia— apartando la vista de mí, se concentró en la radio, donde estaba sonando una canción.

—Por favor—volví a mirarla, no me gustaba cuando la gente se enfermaba, la lluvia puede parecer inofensiva, pero a veces trae problemas serios. Y aun así, ella es mi profesora, no podría dejar que se ausentara a clases por mi culpa.
Ella suspiró profundamente mirándome y después abrió las puertas.

Lentamente retire la chaqueta y la puse detrás de donde ella la había tomado. Salí del auto poco después, empapándome un poco más y corrí por la calle. En cuanto llegue al porche de mi casa, suspiré y me di la vuelta, ella está cruzando la calle.
La profesora llevándome en su auto y ahora a punto de entrar a mi casa, este es ciertamente un sueño.

Mientras trataba de abrir la puerta en la oscuridad, siento su presencia detrás. Mordiéndome el labio, abrí la puerta y pronto presioné los botones para encender las luces, no había nadie en casa.

Oh, my teacher. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora